Introducción
Situado
en la parte alta de la ciudad de Barcelona, concretamente en el entorno del
exclusivo barrio de su mismo nombre, el Real Monasterio de Santa María de
Pedralbes se presenta como uno de los conjuntos monumentales más destacados del
gótico catalán, habiendo sido, igualmente, uno de los centros de poder más
relevantes de la Baja Edad Media en Cataluña.
El
Monasterio de Pedralbes, del que ha llegado a nuestros días la iglesia, el
claustro y varias de sus dependencias anejas, fue declarado Monumento Histórico
Artístico en el verano de 1931, habiendo desempeñado desde entonces numerosas
funciones, la última de ellas sede de una de las secciones del Museu d´Historia
de la Ciutat de Barcelona (MUHBA).
Breve
aproximación histórica
La
historia del Real Monasterio de Pedralbes va íntimamente ligada a la figura de
Elisenda de Moncada, cuarta y última esposa de Jaime II el Justo, Rey de Aragón
y conde de Barcelona entre 1291 y 1327.
Elisenda
de Moncada manifestó la intención de instaurar en la Ciudad Condal una
comunidad religiosa con el fin de ingresar en ella una vez enviudase de su esposo,
treinta años mayor que él.
Así,
tras obtener la licencia papal por parte del pontífice Juan XXII, la reina
consorte, tras adquirir en 1326 por cuenta propia unos terrenos en la zona de
Pedralbes, mandó levantar el monasterio, el cual, sería fundado mediante una
misa solemne el 3 de mayo de 1327.
Desde
el primer momento, merced a su patrocinio real, el monasterio, que alberga una
comunidad de religiosas Clarisas, fue beneficiario de numerosas donaciones,
constituyéndose así como uno de los cenobios más poderosos de Cataluña y el
predilecto de la nobleza a la hora de enviar a sus hijas tomar hábitos,
circunstancia ésta que le permitió, si cabe, acumular más poder en forma de
riquezas y heredades.
A la
muerte del rey Jaime II, tal y como tenía previsto, Elisenda de Moncada se
retiró al monasterio, en el cual, había mandado erigir un pequeño palacete para
su uso y disfrute, un palacio éste que, tal y como dictaba su testamento, había
de ser derribado tras su fallecimiento, el cual se produjo en 1364.
Tal fue la atención que la reina consorte
dispuso sobre el Monasterio de Pedralbes
que, entre otros privilegios, encomendó su protección al llamado “Consejo de
Ciento” (Consell de Cent), una institución de autogobierno que rigió Barcelona
entre los siglo XIII y XVIII y que, por ejemplo, en el siglo XII, auspició a la
comunidad religiosa clarisa durante la Guerra dels Segadors, siendo albergadas
sus religiosas durante esos años en la residencia del Marques de Aitana.
Ya en
el siglo XIX, pese a que puntuales revueltas obligaron a dispersar la comunidad
en ciertos momentos, el Monasterio de Pedralbes apenas acusó el devastador
efecto patrimonial que causó la Desamortización de Mendizábal, circunstancia
que ha permitido su magnífica conservación en la actualidad.
Ya en
fechas recientes, tras desempeñar distintas funciones y albergar varias
instituciones públicas y privadas (entre ellas, parte de la Colección
Thyssen-Bornemisza), en la actualidad acoge una de las sedes del Museu
d´Historia de la Ciutat de Barcelona (MUHBA).
El
Monasterio
El
actual conjunto monumental de Pedralbes, delimitado en origen por una muralla
de la que apenas se conservan restos de una puerta, lo conforman la iglesia
monacal, el claustro con sus dependencias anejas, la célebre capilla de Sant
Miguel con su repertorio pictórico obra de Ferrer Bassa y, en las proximidades,
un edificio recientemente rehabilitado conocido como “El Conventet”, que, en
origen, acogía a los frailes encargados de atender espiritualmente a la
comunidad clarisa.
La
iglesia
La
iglesia monacal, de notables proporciones y enorme armonía de líneas, presenta
una única y diáfana nave de siete tramos cubiertos con bóvedas de crucería
cuatripartitas que, sin solución de continuidad, desemboca en una cabecera
heptagonal muy luminosa merced a los amplios vanos ojivales con vidrieras que
presiden su cuerpo alto.
A cada
uno de los costados de la nave principal abren varias capillas laterales que,
como es prototípico en la arquitectura gótica mediterránea, se habilitan
aprovechando los espacios entre los contrafuertes.
Los
últimos tramos de la nave hacia los pies, donde destaca un espléndido rosetón,
quedan ocupados por un coro alto arquitectónico que aprovecha la propia
irregularidad del terreno sobre el que se asienta la fábrica.
Al
costado sur de la iglesia, coincidente con el cuarto tramo de la nave, abre una
elegante portada de arquivoltas apuntadas y coronadas por un gablete de
tracería que enmarca rosetas y motivos heráldicos. Junto a ella, se eleva una
torre-campanario octogonal de cinco cuerpos superpuestos, también típicamente
mediterránea.
El
claustro
El
claustro, contemporáneo a la fundación del cenobio, se acomoda al norte de la
iglesia, presentando una planimetría prácticamente cuadrangular de unos 40 por 40 metros .
Contaba,
en origen, con dos pisos abiertos al jardín central mediante arcos apuntados
apeados sobre pares de columnas muy estilizadas y rematadas en esquemáticos capiteles
vegetales y motivos heráldicos de la Corona de Aragón y de la Casa de Moncada.
En
fechas más modernas sería añadido el tercer y último piso, abierto en forma de
balconada arquitrabada sobre columnas cilíndricas. Muy llamativo es el hecho de
que, aprovechando el espacio central ajardinado, haya sido habilitado un
interesante huerto de plantas medicinales, algo que, durante la Edad Media, no
era en absoluto ajeno a los monasterios europeos.
En una
segunda fase constructiva, quizás ya entrado el siglo XV, serían levantados en
torno al claustro el resto equipamientos monásticos básicos, como el
refectorio, con su bóveda de cañón apuntada reforzada por fajones; o la capitular,
abierta a la crujía claustral mediante un amplio vano de medio punto doblado
flanqueado por dos apuntados. Conserva igualmente el Monasterio de Pedralbes,
aneja al refectorio, su antigua cocina.
Entre
los numerosos enterramientos que jalonan las galerías del claustro, quizás una
de las piezas más interesantes de todo el conjunto de Pedralbes sea el
monumento funerario de su fundadora, Elisenda de Moncada, el cual presenta la
peculiaridad de habilitarse entre el muro que separa la iglesia del claustro,
siendo visible desde ambas estancias.
Erigido
poco antes de su muerte según reza su testamento, el monumento, al ser bifronte
permite, como decíamos anteriormente, ser contemplado tanto desde la iglesia
como desde el claustro, pudiendo apreciarse a la reina consorte Elisenda, según
el punto de vista, en su doble faceta: como reina para el asistente a la
iglesia, y como religiosa para la comunidad monacal que la observase desde las
restringidas galerías clausúrales, solo accesible entonces a las monjas de
clausura.
La
capilla de Sant Miguel
De gran
relevancia artística es la capilla de Sant Miguel, accesible desde el claustro
y que ocupa un espacio irregular de apenas veinte metros cuadrados al haber
sido levantada entre dos contrafuertes del ábside de la iglesia monacal y la
propia crujía claustral norte.
Concebida
como capilla de oración particular de Sor Francesca de Saportella i Pinós,
sobrina de la reina Elisenda de Moncada y segunda abadesa del monasterio a la
muerte de ésta, su decoración fue encomendada a Ferrer Bassa, sin duda, el
pintor catalán más relevante del momento y a quien se le debe el honor de haber
introducido en la Península Ibérica los nuevos gustos de la pintura gótica
trecentista italiana, que tiene a Simone Martín y a los hermanos Lorenzetti
como principales figuras.
El
trabajo pictórico de Ferrer Bassa en la capilla de Sant Miguel de Pedralbes fue
realizado en 1436, habiéndose conservado, incluso, el propio contrato entre el
artista y abadesa, en el cual, queda especificado hasta el más mínimo detalle:
desde la propia técnica a emplear, hasta el programa iconográfico a
representar.
Las
pinturas, perfectamente adaptadas al espacio disponible, presentan dos
registros en altura, desarrollándose en el superior las escenas correspondiente
Ciclo de la Pasión y Muerte de
Jesucristo, mientras que en el inferior, de acuerdo con el contrato, fueron
plasmados en otras tantas composiciones, los pasajes de los Siete Gozos de la
Virgen María.
El
programa iconográfico se completa, en la pared opuesta, con escenas del Juicio
Final, del Cordero Místico, las representaciones de las virtudes de la caridad
y la castidad, así como varias efigies de santos, entre ellas, las de San
Francisco y Santa Clara.
Como
nota curiosa, llama la atención el magnifico estado de conservación del
conjunto pictórico, circunstancia que se debe a que, durante siglos, el pequeño
habitáculo fue empleado por la comunidad religiosa para guardar ropa, lo que
mantuvo a las pinturas libres de las agresiones de la luz y de la humedad.
El
Conventet
Se
conoce con el popular nombre de “El Conventet” a un pequeño edificio situado a
pocos metros del recinto monacal principal que, antiguamente, albergaba una
pequeña comunidad de frailes encargados de asistir espiritualmente a las
clarisas de Pedralbes.
Construido
en el año 1329, sufrió, como tantas construcciones religiosas de la Península
Ibérica, los estragos de la Desamortización de Mendizábal en 1836, quedando
abandonado y en un estado de semirruina de la que tan solo se salvaría, en
parte, su pequeño patio interior de estilo gótico.
En
1920, tras pasar a manos privadas, concretamente a la familia Godia, le fueron
encomendadas las obras de rehabilitación del “Conventet” al arquitecto Enric
Sagnier i Villavechia, quien aprovechó varias piezas románicas originales
procedentes de la desaparecida iglesia gerundense de Santa María de Besalú para
plantear un proyecto de tipo historicista, muy de moda durante los primeros
años del siglo XX.
Entre
las piezas románicas reaprovechadas, destacan el magnífico tímpano de la
portada principal, los capiteles que sostienen las galerías del segundo piso,
así como los ventanales de la planta baja. Otros elementos originarios de Santa
María de Besalú se custodian en la actualidad en el Museu Nacional dÁrt de
Catalunya (MNAC).
(Autor del texto del artículo/colaborador de
ARTEGIAS:
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