domingo, 29 de diciembre de 2013

Monasterio de Santa María de L´Estany. Cataluña



Introducción

La pequeña población de L`Estany se localiza en el extremo nororiental de la Comarca del Bages (Barcelona), en un ameno paraje a medio camino entre los núcleos de Vic y Manresa. Sin lugar a dudas, su topónimo evoca la existencia en sus inmediaciones de una laguna natural (“estany” en catalán), desecada artificialmente durante la segunda mitad del siglo XVI ante la constante amenaza de inundaciones que sufría el valle en los meses más lluviosos y, sobre todo, por el foco de epidemias que constituía.

Historia del monasterio

Las primeras menciones documentales conservadas de L`Estany se remontan a finales del siglo X, cuando Sendred, Señor de Gurb, cede al Obispado de Vic, donación confirmada en 1080 por Guillem Ramón de Taradell, quien la entrega ya de manera definitiva al mitrado Vicente Berenguer Sunifred de Llucá para fundar en el lugar un priorato de canónigos agustinos bajo la advocación de Santa María. Hobo que esperar hasta noviembre de 1133 para que la iglesia monacal fuese consagrada, en una ceremonia presidida por el Arzobispo de Tarragona San Oleguer que contó además con la presencia del Obispo de Vic Ramón Gaufred, y su homónimo gerundense Berenguer Dalmau. A partir de ese momento el cenobio no dejaría de crecer tanto en importancia como en extensión de sus heredades, hasta el punto de que en 1264, coincidiendo prácticamente con la finalización de las obras del claustro, Santa María de L´Estany fue elevada a la categoría de abadía.



Desde finales del siglo XIV y, sobre todo, durante el siglo XV, el monasterio fue sufriendo una progresiva decadencia que, además, se vio agravada primero por un incendio en 1395 que obligaría a dispersar a la comunidad durante unos 40 años, y segundo, por sendos terremotos que asolaron la comarca en 1428 y 1448 provocando serios daños en dependencias monacales que, ante la precariedad de recursos, no pudieron ser rehabilitadas. Así, a finales del siglo XVI y ante la decisión del Papa Clemente VIII a instancias de Felipe II de suprimir las canónicas agustinas en su corona, el monasterio fue secularizado  y convertido en colegiata, rango que detentaría hasta el año 1775, fecha en la que tras quedar definitivamente extinguida la comunidad, fue destinada a iglesia parroquial de la población de L`Estany.

El conjunto monacal fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931, siendo sometido entre los años 1966 y 1970 a una profusa labor de restauración.
 
Arquitectura y arte del Monasterio de Santa María de E`Estany

Del primitivo cenobio altomedieval sólo han llegado a nuestros días la iglesia, parcialmente remodelada, y el claustro, mientras que el resto de dependencias ajenas son el resultado de las sucesivas reformas que fue sufriendo el conjunto en siglos posteriores.

La iglesia

El templo responde al prototipo esquema monástico de cruz latina: única de tres tramos, crucero muy marcado en planta, y cabecera rematada en tres ábsides, el central de mayores dimensiones precedido de un tramo recto, y los laterales, reconstruidos en el siglo XX según el modelo original, abiertos directamente a cada uno de los brazos del crucero. El sistema de cubiertas se resuelve mediante una bóveda de cañón articulada por arcos ligeramente apuntados que descansan sobre desnudas pilastras, a excepción del que da acceso al tramo presbiterial, resaltado mediante columnas rematadas en capiteles figurativos. Los ábsides fueron cubiertos mediante cuartos de esfera, mientras que en la intersección de la nave principal y la del crucero, se eleva una cúpula semiesférica sobre trompas que, a su vez, sostenía una torre campanario arrasada tras el terremoto de 1448 y que fue sustituida por la conservada actualmente, de factura mucho más moderna.



El aspecto interior del templo es de considerable sobriedad, animado exclusivamente por una línea de imposta que recorre horizontalmente los muros perimetrales a la altura del arranque de los torales; y por los dos capiteles del arco triunfal, decorados con aves bajo un cimacio de cadeneta trenzada el dispuesto en el lado del Evangelio, y con grifos coronados por una cenefa de tallo ondulante el adosado al costado de la Epístola. Muy llamativas resultan las basas sobre las que se elevan las columnas del mencionado arco triunfal, en las que, pese a lo desgastado de la labra, se adivinan esquemáticas figuraciones antropomórficas y zoomórficas, una de las cuales ha sido interpretada como la escena de Daniel en el foso de los leones.

El ingreso al espacio eclesial se realiza a través de su fachada occidental, algo más tardía que el resto de la fabrica, mediante un sencillísimo vano de medio punto dovelado coronado por un sobrio rosetón de sabor goticista, mientras que es en la cabecera donde se adivina el único guiño decorativo del conjunto exterior: una imposta de taqueado jaqués que, tras enmarcar las roscas de los arcos de las ventanas, se prolonga horizontalmente hasta abrazar todo perímetro absidial. De los tres vanos abiertos en la cabecera, sólo el del ábside central es original, constando de un arco de medio punto sobre columnas rematadas en toscos capiteles decorados con formas vegetales y felinos enfrentados. Las ventas de las reconstruidas absidiolas laterales, reproducen rosetas y formas discoidales de gusto prerrománico. Los muros laterales quedan aticulados mediante robustísimos contrafuertes coincidentes con los pilares interiores, gracias a los cuales, queda perfectamente equilibrado el sistema empujes de la bóveda.

El Claustro

El claustro es, sin lugar a dudas, el elemento más sobresaliente del conjunto monacal de L`Estany, ya que si bien es cierto que en su elaboración no participaron maestros de primer orden, si puede presumir de ser uno de los mejor conservados del románico catalán. Fue erigido en el costado sur de la iglesia, quedando comunicado con ésta a través de una puerta abierta en el segundo tramo del muro del Evangelio.

De planta cuadrangular, se articula en torno a un agradable espacio central ajardinado, disponiéndose en cada uno de sus frentes, sobre un poyete corrido, galerías de diez arcos de medio punto dovelados sostenidos por columnas de fuste cilíndricos coronadas por capiteles historiados. Se inició su construcción a mediados del siglo XII, posiblemente un par de décadas después de la consagración de la iglesia en 1133, pudiendo datarse aproximadamente en ese momento la realización de la panda norte.

Continuarían las obras por el frente occidental, quedando definitivamente cerrado el espacio claustral a mediados del siglo XIII con la culminación de los costados meridional y oriental. Algunos investigadores han retrasado esta última fase hasta finales del siglo XIII e incluso a las primeras décadas del XIV, sin embargo, existe constancia documental a través del “Liber procesionarias monateri stagensis”, conservado en el propio cenobio, de celebraciones de procesiones litúrgicas por el claustro en 1258, aunque no es descartable que dichos ceremoniales, pudiesen ser realizados con alguna de las pandas inconclusas.



De enorme interés resulta el variadísimo repertorio escultórico desplegado sobre sus capiteles, en los que es posible admirar desde cuidadísimas composiciones geométricas y vegetales, hasta un extenso y variado catálogo de figuración zoomórfica y teriomórfica, sobresaliendo por encima del resto, las llamativas escenografía figurativas de temática tanto sacra como profana de marcada intención narrativa representadas principalmente en la panda norte del claustro, revelándose curioso el hecho de que para ellas, quedaron reservadas exclusivamente las caras interiores de los capiteles visibles desde el interior de la galería, circunstancia para nada casual que encuentra su justificación en las mencionadas y documentadas procesiones litúrgicas celebradas por la comunidad en el espacio claustral.

Desde el punto de vista icnográfico, es precisamente el programa plasmado en la panda norte el que mayor atención atrae, ya que sobre sus capiteles fue producida una completa serie de escenas con los ciclos de la infancia y la Pasión de Cristo como temática principal. Se inicia la narración con la historia de Adán y Eva; el Pecado Original y su consiguiente expulsión del Paraíso. Continúa con la escena apócrifa, única en el románico catalán, como es la Presentación de María en el templo para, a continuación, ceñir el relato a los Evangelios Canónicos sucediéndose, con alguna impresión en el cronológico, representaciones de la Anunciación, la Visitación de María a su prima Isabel, el Nacimiento de Jesús, la Epifanía y la Huida a Egipto. Tras ello, el rigor temporal de la narración se ve intencionadamente alterado para introducir los episodios del Bautismo de Cristo, las Bodas de Canaá, y las Tentaciones del desierto, y así, tras una nueva alusión al Ciclo de la Infancia con el tema de la Matanza de los Inocentes como prefigura del Sacrificio de Cristo, el relato gráfico se centra en el Ciclo de la Pasión, comenzando con la entrada triunfal en Jerusalén, continuando con la Última Cena, el Lavatorio y el beso de Judas, y culminando con la Crucifixión en el Calvario. La serie concluye con la escena de San Miguel y el pesaje de de las almas, temática heredada de la mitología egipcia que fue muy popularizada en programas medievales al resultar idónea para trasmitir la idea de conflicto entre el bien y el mal, una constante en repertorios románticos presente de manera reiterativa en el claustro de L´Estany.

En cuanto a las caras exteriores de los capiteles de la panda norte, el programa queda mucho más simplificado al limitarse la figuración a fórmulas vegetales clásicas en combinación con animales reales y seres fantásticos alusivos al demonio.

En las galerías occidental y meridional, tanto en las caras exteriores como en las interiores, predomina la decoración geométrica y vegetal, resultando prácticamente marginal la figuración antropomórfica, reducida a una escena de caza, a un obispo, y a esquemáticas cabecitas humanas y monstruosas que vienen a transmitir de nuevo un mensaje cuyo hilo conductor es la lucha entre el bien y el mal, un discurso que continúa por toda la panda oriental, la más tardía del conjunto, en la que volvemos a encontrar representaciones sacras ejemplarizantes como la Anunciación y la Maiestas Domini acompañada del Tetramorfos del capitel central, siempre en convivencia con otras de carácter profano que vienen a representar alegorías del pecado personificadas en escenas cotidianas, como puede ser una dama que peina su cabellera (lujuria); o en representaciones de tipo caballeresco en la que un guerrero que encarna la virtud, se bate con un ser cuyo aspecto grotesco le identifica como el maligno.

Sala Capitular

La antigua sala capitular, adosada al costado oriental del claustro, fue convertida en capilla en una de las numerosas reformas que sufrió el monasterio durante la Edad Moderna.

Por último, merece ser mencionada la pila bautismal original de la iglesia, de factura tardorrománica; la majestuosa imagen gótica de Nuestra Señora de L´Estany que preside el altar mayor del templo, y el coqueto museo allí habilitado, en el cual, se exponen diversas piezas litúrgicas procedentes la mayoría del propio tesoro del monasterio, destacando por su especial interés la Sala del Lapidario, en la que se conservan magníficos ejemplares de laudas sepulcrales entre las que destaca una de cronología gótica decorada con una representación del Calvario.

 

 

                                                                                       

                                            

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Monasterio de Santa María de Obarra. Aragón


La iglesia del antiguo Monasterio de Santa María de Obarra es una de las construcciones románicas más primitivas e importantes de todo el patrimonio español.

Se sabe que este cenobio se fundó a mediados del siglo IX, convirtiéndose pronto en importante centro espiritual de Ribagorza.



La iglesia que podemos ver hoy probablemente se edificó entre las últimas décadas del siglo X y primeras del XI en un estilo románico lombardo muy primitivo e inicial.

A ello se debe la tendencia a la horizontalidad. Es de planta basilical, de tres larguísimas naves de desigual altura (la central es más alta). La cabecera tiene tres ábsides de planta semicircular.

La única animación mural es la de las lesenas y arquillos lombardos, que en los ábsides se convierten en nichos muy atractivos estéticamente por sus efecto de claro oscuro.

A unos pocos metros se encuentra otra pequeña ermita románica, la de San Pablo, obra ya del siglo XII.

El conjunto de ambos templos rodeados de altas montañas es un verdadero espectáculo para el ojo y el espíritu.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Monasterio de Azuelo. Navarra


El Monasterio de Azuelo se encuentra en el valle de Aguilar, en la esquina suroccidental de Navarra, muy cercano al límite provincial con Álava.

Del monasterio sólo queda la perfecta iglesia románica del siglo XII.

Se trata de un románico muy noble y de buena época, influido por el estilo jaqués y de Loarre.

 
Tal perfección se manifiesta en las líneas perfectas y armónicas de su arquitectura y la calidad de su escultura monumental, donde las aves cobran un especial protagonismo.

Es de una nave, con bóvedas del siglo XVI, crucero con cimborrio abovedado originalmente con cúpula semiesférica sobre trompas. Actualmente, esa bóveda ha desaparecido y la actual es moderna.




La citada bóveda se apoya en último extremo sobre los arcos torales soportados por cuatro pilares de sección rectangular con columnas adosadas en sus frentes cuyos capiteles muestran hombres y leones.


 El ábside, exteriormente lleva dos contrafuertes y dos impostas horizontales, y ventanales. Interiormente presenta una pulcra y armoniosa estructura clásica de ábside de cuarto de esfera y presbiterio con medio cañón.

En el muro absidal se abren tres ventanales de arco de medio punto sobre columnas con cipiteles de motivos diversos.

Por último, citaremos aquí la gran portada occidental, la principal del templo y no hace muchos años descubierta pues estaba empotrada en un pórtico posterior, según nos cuenta los paisanos de Azuelo.
 


Tiene seis amplias arquivoltas de medio punto decoradas con motivos florales y geométricos. El tímpano es liso salvo por el crismón esculpido en el centro.

Las columnas son cuatro y tienen capiteles esculpidos donde, de nuevo, son las aves las protagonistas. Como curiosidad, el fuste de la columna inferior derecha es estriado a base de zigzags.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Monasterio de San Pedro de Villanueva. Asturias


El Monasterio de San Pedro de Villanueva se encuentra ubicado en el concello de la legendaria y bella población de Cangas de Onís, no muy lejos de los Picos de Europa.



El actual templo de San Pedro de Villanueva es la iglesia de un monasterio románico que nació como cenobio en el siglo VIII, según la tradición.


 
Muestra una magnífica cabecera tripartita con tres ábsides escalonados. El central se encuentra dividido en tres paños  o calles por dos columnas que llegan hasta el alero. En el paño central hay una ventana con arquivolta de medio punto sobre una pareja de columnas con sus respectivos capiteles.

 
 
Los absidiolos son más austeros y muestran sus muros lisos salvo por sendas aspilleras que daban luz antes de ser cegadas.

La fábrica de esta cabecera románica de San Pedro de Villanueva destaca por su perfecta sillería, lo que imprime en sus volúmenes unas sobrias e imponentes formas arquitectónicas.

La portada está, sin embargo, muy ricamente decorada. Tiene cuatro arquivoltas de medio punto con decoración floral y geométrica (el habitual zigzagueado no falta tampoco en San Pedro de Villanueva).

Los capiteles son muy interesantes pues muestran escenas refinadas y galantes, donde la temática amorosa y la caza son protagonistas.   















 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Monasterio de Caaveiro. Galicia



San Xoan de Caaveiro es uno de los más pintorescos monasterios de Galicia. Se encuentra en el parque Natural de Fragas do Eume, en el Valle del Río Eume, en la provincia de A Coruña.



El Monasterio de San Juan de Caaveiro, según la tradición, fue fundado por San Rosendo para aglutinar a un grupo de anacoretas que vivían en este lugar tan apartado, allá por la primer mitad del siglo X.

Lo que sí se sabe con certeza es que primero fue un monasterio benedictino altomedieval y que luego pasó a ser colegiata (perteneciendo a los Canónigos Regulares de San Agustín). Tuvo este cenobio gran influencia en toda la comarca de Pontedeume como se comprueba en que en el año 1107, Alfonso VII donó al abad Pedro y a los monjes de Caaveiro todas las posesiones en que estaba asentado el Monasterio. También logra quedar exento de la autoridad del arzobispado de Santiago de Compostela

No se conoce con exactitud en qué fecha se convirtió el antiguo Monasterio benedictino en real colegiata agustiniana. Por varios documentos del siglo XIII sabemos que en Caaveiro, en esa centuria, ya estaban los Canónigos Regulares de San Agustín, pues no se menciona al Abad y a los monjes sometidos a la observancia de la Regla Benedictina, como en los privilegios de Alfonso VII y Fernando II.

Es por ello que se deduce que este cambio se produciría en algún momento de la segunda mitad del siglo XII aunque también se desconoce si fue porque los benedictinos decidieron adoptar la Regla de San Agustín o porque, disuelto el primitivo Monasterio, se reconstruyó con canónigos regulares venidos desde otro lugar.




Tras los interminables avatares que esta comunidad tuvo durante siglos llegó el abandono en el siglo XVIII y su ruina en el XIX.

A finales del siglo XIX (1896) Pío García Espinosa, propietario de amplios terrenos de la zona, solicita y consigue autorización del Arzobispado de Santiago de Compostela para la restauración del conjunto, que encarga a López Ferreiro, reedificándose una de las dos iglesias antiguas y dos de las casas de los canónigos

Descripción de San Juan de Caaveiro

Hay dos aspectos fundamentales a subrayar de las ruinas de San Juan de Caaveiro.

·        Lo primero y más importante es el maravilloso lugar donde se encuentra en un valle rodeado de montes de verdísima vegetación.

·        El segundo aspecto es la notable arquitectura del ábside románico de la iglesia monacal.

Exteriormente, una escalera comunica con el arco apuntado que da acceso al atrio, abierto entre lo que queda de lo que fue residencia de canónigos y el frente de la iglesia. Sobre este arco hay muro con ventana y rematado por un pequeño campanario barroco, obra de la escuela de Simón Rodríguez.



La iglesia, o al menos la cabecera y parte de la nave, es románica de finales del siglo XII, con planta rectangular de una nave cubierta de madera y un ábside semicircular cubierto con bóveda de medio cañón peraltado terminada en bóveda de horno. El arco triunfal también es peraltado, descansando sobre columnas adosadas a los muros.

Exteriormente se aprecia el gran desnivel del terreno que existe bajo el cuerpo del templo y el ábside lo que obligó a construir un gran muro cuadrado de apoyo, adosado al barranco, que muestra grandes contrafuertes y que recuerda la articulación lombarda por sus arcos y pilastras.

Por su parte, el propio ábside no es precisamente esbelto ni de gran tamaño. Sin embargo, la habitual buena sillería granítica del románico gallego y la acertada relación de proporciones hace que se nos muestre bastante armonioso.



Tiene este ábside un triple rebanco en degradación y dos columnas con capiteles de pomas que dividen el muro absidal en tres paños o calles. En los paños central y meridional se abren sendos ventanales de doble arquivolta semicircular y de superficie lisa apoyadas en dos pares de columnas acodilladas. El vano del paño norte es sencillo, de medio punto también y aristas vivas.

El saliente tejaroz descansa en las columnas que separan los tramos y en canecillos de variada ornamentación.



Hay que advertir que la bonita pero algo extraña portada principal fue muy modificada (reinventada) en la citada restauración decimonónica, puesto que, según parece, se parecía a la de la iglesia de Bergondo.

 

 

 

 

jueves, 28 de noviembre de 2013

Monasterio de San Clodio. Galicia




El Monasterio de Santa María de San Clodio de Leiro se ubica a mitad de camino entre Rivadavia y Carballino, junto al río Avia, en el corazón de la comarca de Ribeiro, tan afamada por sus vinos.

Su origen –como es el caso de la mayoría de los monasterios gallegos- es altomedieval aunque sin precisión en su fundación que bien pudiera remontarse a los primeros siglos de la cristianización de estos territorios. Algunos autores, incluso, propinen el establecimiento en Galicia en el siglo VI de algunos monjes huidos del Monasterio de San Clodio de León perseguidos por los arrianos.



Lo que si se sabe es que ya en tiempos plenomedievales se constituyó como un cenobio benedictino que abrazó la reforma del Cister en 1151, alcanzando su máximo esplendor en los siglos XII y XIII gracias a las abundantes rentas procedentes de los cultivos de sus dominios, en especial de la producción vitivinícola.

Sin embargo, el Monasterio de San Clodio pasa todo tipo de vicisitudes durante  la convulsa Baja Edad Media gallega, especialmente durante el siglo XV, siendo víctima de los constantes enfrentamientos nobiliarios entre las familias de los Sarmientos con las de Sotomayor y Benavente, hasta tal punto que tuvieron que tomar parte los Reyes Católicos para reconducir la situación.

En el siglo XVI ingresa en la congregación del Cister de Castilla, iniciándose reformas el conjunto que afortunadamente no afectaron decisivamente a la iglesia medieval.

Tras la exclaustración de Mendizábal, el monasterio de Santa María de San Clodio pasó por una oscura etapa de abandono hasta que fue de nuevo habitado por monjes benedictinos procedentes del no muy lejano Monasterio de Samos en las postrimerías del siglo XIX.


 

Desde entonces, la vida monástica ha perdurado en San Clodio de Leiro hasta los últimos años del siglo XX hasta que el mal estado del conjunto monacal, que amenazaba ruina inminente, obligó a los monjes a abandonarlo.
 
Recientemente ha sido adquirido y restaurado como hotel, situación en la que se halla en la actualidad.
 
Arquitectura de la iglesia del Monasterio de San Clodio de Leiro
 
La iglesia del Monasterio de Santa María de San Clodio de Leiro pertenece a unos planteamientos tardorrománicos cistercieses, propios de finales del siglo XII y comienzos del XIII.
 
Se trata de un templo formado por tres naves y cabecera tripartita.
Las citadas naves están separadas por pilares cuadrados con sólo dos columnas en los frentes longitudinales que reciben los arcos formeros, que son de trazado ojival. Esta disposición nos asegura que, inicialmente, las naves no estarían abovedadas –como es bastante frecuente en el románico gallego- ya que de otro modo se habrían dispuesto semicolumnas en las otras dos caras para recibir los arcos perpiaños.
 
La techumbre de madera original que cubría estas naves fue, sin embargo, sustituida siglos después por bóvedas de crucería estrellada.


 
La cabecera está formada por la habitual estructura de tres ábsides de altura y profundidad escalonadas.
 
Hay que resaltar la hermosura del ábside principal que está articulado en líneas verticales y horizontales mediante columnas entregas y ventanas.
 
También es armoniosa la fachada principal, aunque ha sufrido importantes alteraciones como la adición del campanario sobre la nave de la Epístola o el cegamiento y alteración del enorme rosetón que se alza sobre la puerta.
Sendos contrafuertes refuerzan la estructura en la separación de las tres naves. Además del citado rosetón, otros dos óculos gemelos –más pequeños- iluminan las naves laterales.
La portada tiene amplias arquivoltas de perfil muy apuntado y se remata por chambrana de puntas de clavo de gran tamaño y espectacularidad. El tímpano liso que muestra no es el original que se modificó en el momento en que se intervino para estrechar la luz de la puerta.
 
Tiene esta portada seis columnas con capiteles de escultura fitomórfica.  
 

 

 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Monasterio de Cañas. La Rioja




En el año 1169, Don Lope Díaz de Haro y doña Aldonza Ruiz de Castro donaron a la Orden del Cister una villa en Hayuela, donde debía de existir ya una fundación monástica benedictina de monjas.


 
En 1170, la comunidad de monjas se asentó definitivamente en Cañas.


 
No obstante, el conjunto de edificios que vemos hoy no comenzó a levantarse hasta tiempos de la abadesa beata doña Urraca (1225-1262).



En la tercera o cuarta década de este siglo se proyecto una iglesia de tres naves todavía con resabios románicos. Algunas partes tardorrománicas se conservan, como los cimientos y especialmente algunas portadas de medio punto y otras apuntadas pero todavía tardorrománicas que se abren al claustro.



Es ya en la segunda mitad del siglo XIII cuando se progresa en la construcción de la mayor parte de la iglesia, pero ya en el estilo gótico imperante, pero en este caso muy puro y clásico.



Por falta de medios no se construyeron las tres naves, sino que la cabecera tripartita y el transepto se remataron con una sola nave.
 



El Monasterio de Cañas tiene cuatro elementos de gran importancia y valor artístico. Por cada uno de osos elementos, por sí solos, sería merecedor de la visita.
 

Cabecera de la iglesia del Monasterio de Cañas

 
La cabecera de la iglesia del Monasterio de Cañas tiene tres ábsides abovedados con crucería de finos nervios. El central es soberbio, con dos pisos superpuestos de ventanales apuntados que cobijan cada uno cuatro vanos rasgados y por encima tres óculos cuadrifoliados.
Los dos laterales son más menudos y sencillos, al disponer sólo de un ventanal muy alargado en el centro del testero.
 


Sala Capitular del Monasterio

Obra de la segunda mitad del siglo XIII. La entrada es preciosa  con tres vanos rodeados de arquivoltas apuntadas muy decoradas con hojarasca gótica.
 
 
 
El salón es un espacio repartido en cuatro espacios abovedados con crucería, cuyos nervios apoyan en una columna central y triples columnillas o ménsulas en los muros.
 
Tiene gran altura y amplitud y denota la vocación plenamente gótica de los constructores.
 
 
 
Sepulcro de Doña Urraca
 
El sepulcro gótico de la beata Doña Urraca se encuentra en la sala capitular. Fue esculpido a finales del siglo XIII o incluso a principios del XIV. Muestra a la abadesa yacente en la lápida ataviada con sus atributos abaciales.
 
En uno de los frentes de la caja se esculpió la bella escena de la subida al Cielo de la beata, donde su alma, con forma de niña, es recogida por dos ángeles.
 
 
El resto de las caras muestran con precisión y calidad artística escenas de la vida de la beata, así como el pésame de monjas, mujeres y frailes tras su muerte.
 
 
Aunque se ha querido comparar este sepulcro con el de Nájera (Doña Blanca de Nabarra) y San Millán de la Cogolla, es obvio que el de Cañas tiene, como mínimo un siglo menos de antigüedad y abandona el hieratismo románico para adoptar un naturalismo plenamente gótico. En este sentido es elocuente la abierta sonrisa de algunas monjas, que parecen comentar los acontecimientos.
 
Conjunto de  portadas
 

Un rápido vistazo a las alas del claustro del Monasterio de Cañas, nos muestran varias puertas de acceso a la iglesia y a otras dependencias claustrales monásticas. Hay algunas sencillas de medio punto totalmente románico  y otras de transición al gótico.
 
 
La más importante es la que comunica la iglesia con el claustro. Es un ejemplar precioso y elegante, típico del tardorrománico cisterciense. Tiene cuatro arquivoltas apuntadas sobre columnas acodilladas menos la tercera que lleva dientes de sierra.
 



 




 
 





martes, 19 de noviembre de 2013

Monasterio de Villamayor de los Montes. Castilla y León

 
Introducción al Monasterio de Santa María la real

Villamayor de los Montes es un pequeño pueblo de 200 habitantes situado en el centro-oeste de la provincia de Burgos.


 

En este lugar encontramos un interesante monasterio de monjas cistercienses bastante poco conocido, aunque se halla a pocos kilómetros de la capital burgalesa y a la orilla de la concurrida autovía A1.
 Este monasterio sigue vivo tras ocho siglos de historia, habitado por trece monjas de la Orden del Císter que han establecido un amplio horario de visitas y acogen al visitante con una extraordinaria amabilidad. El turista podrá disfrutar de la amena conversación de la monja encargada de mostrar el conjunto de edificios –llamada Presentación- mientras explica la historia y anécdotas del cenobio mientas que, al final, podrá adquirir productos elaborados por las propias hermanas, como exquisitos dulces y licores artesanos.


 
Origen del monasterio

En el siglo XI existían en este lugar un monasterio dedicado a San Vicente que pasó a manos de Don García Fernández (mayordomo real) y a su esposa doña Mayor Arias en 1223.

 
Los nuevos propietarios decidieron reconvertirlo en cenobio femenino del Cister solicitando a la casa madre de la Orden en España –Las Huelgas de Burgos- monjas para su fundación. Su objetivo no era otro que ser enterrados en este lugar para que sus almas fueran beneficiadas por las oraciones de las monjas, lo que era de lo más habitual durante la Edad Media.

Tras la llegada de las monjas a la capital burgalesa se inician obras arquitectónicas ambiciosas, posiblemente desarrolladas por quienes realizaron la mayor parte de la iglesia de las Huelgas, constructores franceses traídos por Fernando III. La solemne consagración se realiza el 4 de marzo de 1228.

 
Interior de la iglesia
Aunque en el ámbito rural castellano las primeras décadas del siglo XIII están todavía dominadas por el románico inercial, este edificio, erigido por vanguardistas constructores franceses habituados a la nueva arquitectura gótica, presenta características muy distintas, vinculables a la iglesia de Las Huelgas de Burgos, aunque en tamaño muy inferior.
 
 
Es un edificio de medianas dimensiones que como sucediese en otros cenobios femeninos del Cister debió terminarse de manera más modesto de como se había iniciado.

Está constituido por una sola nave (aunque debieron proyectarse tres), crucero acusado y cabecera escalonada de tres ábsides, siendo el central más alto y profundo con poligonal (hemidecagonal). Los ábsides laterales son cuadrados y de muro de cerramiento plano. Aunque algunos libros vinculan la iglesia de Villamayor de los Montes con el estilo románico, es obvio que su arquitectura es rotundamente gótica.

A pesar de que no es un edificio especialmente alto, el hecho de que todos los arcos, incluyendo los rasgados ventanales, sean de perfil muy apuntado provoca ese consabido sentimiento ascensional propio de la arquitectura gótica.


 
 
 
Todas las bóvedas son de crucería, con delgados nervios baquetonados que reposan sobre finas columnas cilíndricas. Todos parece haber sido construido con una delicadeza y mimo no siempre presentes en la arquitectura cisterciense donde suele prevalecer lo monumental sobre lo ornamental.
Como es preceptivo en el Cister, los capiteles no muestran ninguna figuración, limitándose sus cestas a mostrar una buena colección de hojas carnosas atreboladas.


 
El claustro

El claustro del Monasterio de Villamayor de los Montes tiene mucho que ver con otros claustros del románico tardío cisterciense del norte de Castilla como el de San Andrés de Arroyo (Palencia) o Las Claustrillas del Monasterio de la Huelgas (Burgos).


Una de las agradables notas de este claustro es que se conserva impecablemente. Esta situado en el costado meridional de la iglesia y conserva las cuatro pandas originales –de un solo piso- que forman un cuadrilátero algo irregular.


Estas galerías se abren al patio central mediante una veintena de arcos de medio punto cada una, que apoyan sobre columnillas dobles muy esbeltas y elegantes cuyos capiteles son vegetales y bastantes sencillos en la mayoría de los casos. Las esquinas están reforzadas por cuatro gruesas columnas rodeadas, a su vez, por otras cuatros más delgadas.

Una de las curiosidades del suelo de las pandas claustrales es el empedrado de guijarros, fechable en el siglo XVI, que forma figuras de animales y cazadores, además del escudo del monasterio.



Por su parte, en la panda oeste se encuentra el pozo con su brocal cilíndrico.



Juntos a las paredes hay expuestos algunos restos escultóricos y epigráficos de la construcción medieval, además de la lauda sepulcral de una abadesa, donde aparece el cuerpo sin cabeza de la propietaria con una de sus manos sujetando el báculo.


Puerta de las Monjas

También se conserva la puerta que comunica el claustro con el coro de la iglesia (Puerta de las Monjas,) obra del siglo XIII avanzado, aunque es evidente que fue alterada o desmontada como se aprecia en la irregularidad de la curvatura del vano y el desorden de los sillares que la rodean.

 
Tiene dos arquivoltas apuntadas decoradas a base de combinación de boceles y escocias que caen sobre dos parejas de columnas de preciosos capiteles vegetales cuyas hojas tipo crochet parecen despegarse de la piedra.


En conclusión, la escapada al Monasterio de Santa María la Real de Villamayor de los Montes no decepcionará por su elegante y bien ejecutada arquitectura.




Además, desde aquí podemos visitar el románico y gótico que abundan en las Comarcas de Muñó y el Arlanza, como las portadas de Madrigal del Monte y Madrigalejo del Monte; los enormes templos románico-góticos de Mahamud y Tordómar o la parroquia de Santa María del Campo, uno de los edificios más sorprendentes de la provincia.