sábado, 26 de julio de 2014

Monasterio de Santa María de Armenteira. Galicia.



Historia de los inicios del Monasterio de Santa María de Armenteira

El primer cenobio debió ser fundado por el célebre abad San Ero en el año 1150. Este personaje es protagonista de una famosa leyenda en Galicia, según la cual estuvo escuchando embelesado cantar a un pajarillo durante trescientos años tras rogarle a la Virgen que le mostrase cómo era el Paraíso. Esta historia se recoge en las Cantigas de Alfonso X el Sabio.


 
Ubicación

Armenteira se encuentra  en una de la laderas repletas de pinos  del monte Castrove, en el Concello de Meis, Pontevedra.

El Monasterio

Tras la fundación original a mitad del siglo XII, paso rápidamente a pertenecer a la Orden Cisterciense, allá por  1162 denominándose Santa María de Armenteira y poco después se iniciarían las principales obras del monasterio, entre ellas la de la iglesia.

Actualmente se encuentra habitado por monjas cistercienses desde 1989. Se conserva en perfecto estado la iglesia. La muralla exterior y otras dependencias, aunque no medievales, como el claustro, del que luego nos ocuparemos.

La iglesia medieval

El templo es un gran edificio de tres naves y cabecera tripartita, con cúpula en el crucero (cosa poco frecuente en las iglesias gallegas) y gran fachada monumental.

En el templo se aprecia, tanto en la planta como en las bóvedas, un mayor apego a las formas románicas que otros monasterios cistercienses más tardíos.

Lo que también denota este templo es que a su magnífica calidad arquitectónica, sus constructores le sumaron deliberadamente una total desnudez ornamental. En esta iglesia no hay concesiones para las “redondeles” románicas. Todo son aristas vivas, prescindiendo de las columnas de los pilares de los interiores y de la cabecera y reemplazándolas por pilastras prismáticas. En ese mismo sentido, no existe ningún relieve figurado, pues sólo se tallaron capiteles –vegetales- en la puerta y los canecillos son anacelados.



Todo un paradigma del rigorismo cisterciense y su obediencia a las normas de San Bernardo de no “interferir” con distracciones ornamentales en la oración y meditación de los monjes.

Las naves

Las tres naves de la iglesia de Armenteira tienen cinco tramos y se separan mediante arcos apuntados que se apoyan en pilares cruciformes con pilastras adosadas.

Las bóvedas de la nave central y el transepto son de medio cañón apuntado.

Las de las naves laterales son de arista.

Como vemos, todavía no se han introducido las bóvedas de crucería muy usadas en las iglesias cistercienses de las últimas décadas del siglo XII, lo que denota que es un edificio cronológica y estillísticamente propio todavía del románico.

El cimborrio y su cúpula

El cimborrio de Santa María de Armenteira es bastante particular y poco frecuente en Galicia como próximamente analizaremos. Se yergue sobre el crucero o intersección entre la nave central y el transepto y sirve como linterna de iluminación al corazón de la iglesia mediante sus cuatro ventanales.

Este cimborrio prismático al exterior se aboveda interiormente por su correspondiente cúpula.

Sobre los arcos torales del crucero que forman un cuadrado se alza la cúpula mediante trompas para convertir su base en un octógono.



Lo más particular es que dicha cúpula se apoya en dos pares de arcos paralelos dos a dos que no se unen en su centro sino que forman un cuadrado. Este sistema es deudor de las cúpulas cordobesas aunque también se usan en otras iglesias románicas españolas como algunas segovianas (San Millán y Vera Cruz). La diferencia estriba en que, se añadieron en Armenteira cuatro nervios que parten desde las trompas a los puntos de intersección de los arcos antes citados.

Cabecera

De monumentales proporciones, la cabecera es un conjunto noble y austero formado por tres ábsides escalonados.



El gran tamaño de estos ábsides y la sillería granítica –prácticamente isódoma- ofrecen un aspecto masivo, casi militar. A ello no es ajeno que los artífices desestimaran las columnas y colocasen anchos contrafuertes en el ábside central. Además, los vanos de iluminación no llevan columnas ni molduras sino el simple abocinamiento para la entrada de la luz. Los canecillos son de perfil de nacela.

Interiormente, los tramos rectos presbiteriales tienen bóveda de medio cañón apuntado y de horno o cuarto de esfera los hemiciclos absidales.

La fachada

Dentro de la calada austeridad de la iglesia de Santa María de Armenteira, la fachada es la parte más “delicada” del templo. El hastial se encuentra dividida en tres calles por dos grandes contrafuertes escalonados unidos por tefaroz. En la calle central se abre una gran portada con seis arquivoltas de medio punto muy amplias que caen sobre pares de columnillas. Estas arquivoltas se encuentran abovedadas y llevan línea de ajedrezado. La última se decora con angrelado y el guardapolvos es también ajedrezado.

Los capiteles de estas columnas muestran hojas con bolas en los extremos.

Por encima, un magnífico rosetón calado ilumina la nave central. Muestra varios juegos concéntricos de vanos lobulados radiales de intención solar, como intentando subrayar la funcionalidad de estos óculos de captación de la luz vespertina.

En los lados de la fachada se abrieron dos puertas más –una oculta- para comunicar directamente el exterior con las naves laterales.


El claustro

El claustro actual es un conjunto construido entre 1575 y 1778 y se encuentra adosado a la iglesia a su costado meridional.

Es de forma cuadrada, de muy austera estampa y tiene dos plantas. Las pandas del piso bajo son básicamente renacentistas y se construyeron desde la citada fachada de inicio hasta 1677.


Las bóvedas de esta planta inferior son de crucería (resabios góticos en plenos siglos XVI y XVII) y son de variada complejidad según en la panda en que nos encontremos. La comunicación de los pasillos con el patio se hace mediante grandes arcos de medio punto.

El segundo piso es neoclásico, más austero, si cabe, que el inferior. Sólo se decora con triples pilastras y ventanales salteados.



Otras partes interesantes son la escalera monumental en el lado oeste del claustro y la cocina del siglo XVIII.

 

     

jueves, 17 de julio de 2014

Monasterio de Santa María de Oseira. Galicia



 

El Monasterio cisterciense de Santa María de Oseira se cuenta entre los grandes monumentos de Galicia. Algunos, por su magnificencia lo denominan “el escorial Gallego”.

Este monasterio, originario del siglo XII, está situado en la provincia de Ourense, en el concello de Cea.


La historia de este cenobio es verdaderamente interesante. Y es que fue la primera fundación de Císter en Galicia.

Ya antes había un monasterio fundado por unos poco eremitas. En 1141 decidieron seguir la Regla Cisterciense y llegaron nuevos monjes desde el propio Claraval.
 
Así el Monasterio de Oseira se convierte en emblema del Císter en tierras gallegas, semilla, que como sabemos, se propagaría en numerosos lugares en Galicia.
 
La iglesia no se iniciaría mucho más tarde siendo  consagrada en el año 1239.



Fueron estos siglos, el XII y XIII,  los de mayor esplendor de Oseira, que empezó a decaer en el XIV.

En el siglo XVI, el Monasterio de Oreira entra en la Congregación Cisterciense de Castilla, comenzando un nuevo período de florecimiento que trajo la renovación artística, impulsora de las obras llevadas a cabo durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

Con la exclaustración provocada por la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, el conjunto románico es abandonado y con ello comienza una progresiva ruina de su arquitectura y el expolio de sus obras de arte muebles.

En el siglo XX vuelven los monjes a Oseira y se emprende una titánica y exitosa labor de restauración y recuperación de este complejo monacal, recuperando el brillo de lo que fuera y es uno de los más famosos ejemplos de arquitectura religiosa española.

 Tiene este monasterio, entre otras muchas dependencias, una extraordinaria iglesia románica, tres claustros de distinta época y estilo y una sala capitular de gran vistosidad.

La iglesia románica tiene planta de cruz latina con tres naves y crucero. Las naves están separadas por pilares con columnas embebidas. La bóveda de la nave central es de cañón apuntado fajones. Los ventanales de medio punto se abren en el arranque de la bóveda. La cabecera imitaba a la de Santiago con girola y capillas aunque hoy están muy alteradas las originales. Sobresale la belleza del presbiterio con una colección de columnas sosteniendo el muro de cierre, como en Moreruela.



En el siglo XIII se construyó un cimborrio con cúpula sobre pechinas en el crucero.

Como era preceptivo en las iglesias cistercienses, la decoración escultórica es prácticamente nula. Esta escasez ornamental parece engrandecer su monumentalidad arquitectónica.

En el siglo XVI se transformó la fachada principal y se replanteó en estilo renacentista, con sillería almohadillada y frontispicio, amén de otros ornatos y esculturas clasicistas.



Al lado meridional de esta fachada de la iglesia y perpendicular a ella, encontramos otra grandiosa fachada, en este caso barroca de influencia compostelana, la del conjunto residencial del monasterio.

Tiene el Monasterio de Oseira, como decíamos, nada menos que tres claustros. El de la Portería. El Procesional y de los Pináculos.

El claustro procesional destaca por las efigies situadas en las arquerías y que representan rostros de personajes históricos.  

La antigua sala capitular es obra del siglo XV y es el elemento más pintoresco del monasterio. Construida sobre planteamientos tardogóticos, es un espacio abovedado por complicadas bóvedas estrelladas, cuyos nervios arrancan de imaginativas columnas estriadas. Estos soportes palmeriformes que se abren en infinidad de nervios, como si fueran ramas de palmera, nos trae al recuerdo los soportes de la lejana lonja de Valencia, también de fecha semejante.

 

miércoles, 25 de junio de 2014

Monasterio de Santa María de Santa Cruz de la Serós. Aragón





Introducción

En pleno corazón del Alto Aragón, la pequeña localidad de San Cruz de la Serós se ubica a escasos 15 kilómetros de la ciudad de Jaca, constituyéndose, como si de su antesala se tratase, en paso obligado para llegar al histórico Monasterio de San Juan de la Peña, germen del primitivo Reino de Aragón y, como no podía ser de otra forma tal y como veremos a continuación, de la propia población de Santa  Cruz.

 
Pese a que en la actualidad Santa Cruz de la Serós, con sus apenas 200 habitantes, no deja de ser una más de las minúsculas poblaciones que jalonan las sierras prepirenaicas, puede enorgullecerse de poseer una dilatadísima historia además de contar con dos monumentos de primer orden: la iglesia (antiguo monasterio) de Santa María y la iglesia de San Caprasio.



El propio topónimo “Serós”, apócope de  “Sorores” (hermanas), muestra bien a las claras la importancia que tuvo en el desarrollo de la localidad la comunidad femenina que, como abordaremos en las próximas líneas, se estableció en este bellísimo enclave altoaragonés en fechas altomedievales.
 
Una aproximación histórica
 
Pese a que la tradición, apoyándose en fuentes del todo imprecisas, ha venido señalado que el origen de Santa María de Santa Cruz de la Serós se remontaría a las últimas décadas del siglo X (992), en tiempos del monarca navarro Sancho Garcés II; recientes estudios han acabado por desmentir dicha teoría, retrasando la más que posible fundación de una primera comunidad monástica en la localidad hasta la primera mitad de la undécima centuria.  

De este modo, parece probado que los orígenes verdaderos del Monasterio de Santa María de Santa Cruz de la Serós se remontarían hacia, aproximadamente, el año 1025 cuando, con motivo de la refundación e implantación de la orden benedictina en el vecino monasterio de San Juan de la Peña por Sancho III el Mayor, el cenobio pinatence, hasta entonces dúplice, pasase a ser morado exclusivamente por monjes, debiendo entonces trasladarse la rama femenina al actual Santa Cruz, donde sería erigida una primera iglesia de nave rectangular y testero recto cuya existencia ha podido ser atestiguada gracias a una campaña de excavaciones acometidas en 1991.
 

 
Durante la segunda mitad del siglo XI el rey Ramiro I mandaría edificar una nueva iglesia dotada de todos sus equipamientos monásticos propios, ingresando en él como religiosa, en 1059, la menor de sus hijas: la Infanta Doña Urraca.

Sin embargo, el primer momento de esplendor de la comunidad femenina de Santa María de Santa Cruz de la Serós llegaría entre 1065 y 1070 cuando, tras enviudar del conde Ermengol III de Urgell (fallecido según algunas crónicas en lucha contra los musulmanes en un lugar indeterminado entre Monzón y Barbastro), la Condesa Doña Sancha, también hija del rey Ramiro I, ingresa en la comunidad, siendo al poco tiempo nombrada abadesa.

 
Poco tiempo después, también tras enviudar de un conde provenzal llamado Bertrand, ingresaría en el monasterio una tercera hija del rey Ramiro de nombre Teresa, convirtiéndose de este modo el cenobio de Santa Cruz de la Serós en destino de numerosas damas cortesanas y de alta alcurnia de la época que tomaban hábitos y, por lo tanto, en objetos de innumerables y generosísimas donaciones tanto por parte de la Corona, como de los distintos linajes nobiliarios aragoneses.
 
Durante el abadiato de la Condesa Doña Sancha, mujer de enorme influencia política durante las últimas décadas del siglo XI merced a su relación de enorme proximidad y confianza con hermano, el rey Sancho Ramírez; el monasterio de Santa Cruz de la Serós alcanzó sus mayores cotas de poder gracias a las riquezas que fue acumulando tanto en forma de donaciones como de heredades, hasta el punto de que llegó a decirse que, buena parte de la financiación de las campañas bélicas de la Corona aragonesa, procedía de las riquezas que proveía el monasterio santacrucero a través de sus extensos dominios.
 
En 1097 fallecería la Condesa Sancha, siendo enterrada en el fabuloso y célebre sarcófago en el que después nos detendremos y que, desde el propio monasterio de Santa María de Santa Cruz de la Serós, fue trasladado al Convento de las Benitas de Jaca, donde se conserva hoy en día.
 


Durante los siglos XII y XIII, al igual que ocurriría con su vecino de San Juan de la Peña, el monasterio de la Serós iría perdiendo su influencia dentro de los contextos políticos de la Corona de Aragón una vez que los límites geográficos de esta, tras distintas y exitosas campañas contra los musulmanes, habían alcanzado la ciudad de Zaragoza y rebasado, incluso, la propia línea del Ebro.
 
La comunidad permaneció en Santa Cruz hasta el 1 de julio de 1555, fecha en que, por orden de Felipe II, el cenobio fue exclaustrado y sus religiosas trasladadas a Jaca. A  partir de ese momento, salvo la iglesia, que pasaría a detentar la función de parroquia de la localidad, ya obsoletas (claustro, refectorio, capítulo), irían desapareciendo al ser progresivamente abandonadas y aprovechados sus materiales para construcción de viviendas en la zona.
 

 
La iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós sería declarada Monumento Nacional en noviembre de 1931, siendo objeto, ya durante los años 90 del siglo XX, de una profusa restauración consistente en rehabilitar la torre, consolidar la fábrica, desprenderla de aditamentos tardíos y acometer en ella varias prospecciones arqueológicas para tratar de profundizar en sus orígenes y en su historia.
 
Tras una última intervención de consolidación en 2004, el 25 de mayo de 2005 fue declarada Bien de Interés Cultural.
 
La iglesia de Santa María
 
Lo primero que llama la atención al encuentro con la iglesia de Santa María de Santa Cruz de la Serós es, pese a ser un templo de un tamaño medio, la tendencia a la verticalidad que le confiere al conjunto su soberbia torre campanario y la misteriosa estancia levantada sobre el falso crucero, en la cual, nos detendremos más adelante.



Presenta la iglesia una planta de cruz latina engendrada a partir de una solo nave rectangular de dos tramos desiguales, un falso crucero propiciado por dos capillas laterales abiertas a cada uno de los dos costados de la nave, y un ábside cabecero semicircular precedido por un breve tramo recto presbiterial.



Resulta curioso el hecho de que esas dos capillas que generan el crucero, quedan rematadas en su muro oriental por sendos nichos a modo de minúsculas absidiolas semicirculares cubiertas con cuartos de esfera que, al exterior, presentan remate plano sobresaliendo ligerísimamente del muro, hasta el punto de que, de no ser por sus mínimos vanos, darían la apariencia de ser simples contrafuertes de refuerzo.
 

 
Queda cubierta la nave mediante una bóveda de cañón reforzada por dos arcos fajones de medio punto doblados que descansan sobre columnillas adosadas a pilastras y rematadas en capiteles figurados. A lo largo de toda la nave, justo a la altura del arranque de las bóvedas, discurre una imposta horizontal que, incluso, se prolonga por las capillas laterales y la cabecera.
 

 
Mientras que el ábsaide central cabecero presenta una bóveda de horno presidida del mencionado tramo recto cubierto con bóveda de medio cañón; las capillas laterales que definen el crucero resuelven sus cubiertas mediante sencillas soluciones a base de dos nervios que cruzan justo en el centro geométrico de la bóveda.
 
Tanto el arco triunfal de acceso al presbiterio, como los que abren a las capillas laterales disponen roscas de medio punto trasdosadas por la omnipresente moldura ajedrezada, también denominada de “taqueado jaqués”.
 
Pese a que en planta el edificio presenta la prototípica morfología de cruz latina y que al exterior llama poderosamente la tención tanto el juego de volúmenes como su verticalidad, una vez rebasado el umbral de la puerta, el visitante queda con la sensación de encontrarse ante un modesto edificio de una sola nave rematada en un único ábside semicircular, como tantos templos rurales existen en el románico español.


 
Este singular “efecto” viene motivado por el hecho de que el transepto, lejos de quedar resaltado, bien en alzado o bien mediante la erección de un cimborrio o de una cúpula, apenas se manifiesta al interior; no siendo apreciable desde dentro, en ningún caso,  el potente volumen que, al exterior, corona el tramo crucero adosado a la torre. Este elemento hace de Santa María de Santa Cruz de la Serós un edificio prácticamente único y de primer orden dentro del románico español.
 
Esta cámara secreta e independiente, accesible en origen tan solo mediante escaleras portátiles de madera desde un vano en altura abierto en el parámetro norte de la nave, ha suscitado, entre especialistas y estudiosos, numerosas teorías acerca de su posible funcionalidad; identificándose como una cámara en la que resguardar el tesoro litúrgico, como un posible lugar de refugio para la comunidad en caso de ser atacada o, incluso, más recientemente, como una “galilea” o capilla en altura.
 
El habitáculo, de apariencia cuadrangular al exterior, se torna octogonal al interior merced a unas exedras angulares que, a modo de trompas (manifestadas al exterior mediante volúmenes esquineros prismáticos), permiten que una superficie cuadrada quede rematada en ochavo, abovedándose el espacio mediante una solución nervada cuyos nervios, tras cruzarse en el centro, van a descansar sobre columnas rematadas en capiteles dispuestas en el centro de cada uno de los cuatro lados principales.
 
 
La torre, de porte monumental y considerablemente desproporcionada respecto al conjunto del templo, se dispone sobre la capilla lateral sur que da lugar al brazo meridional del crucero, quedando unida y comunicada con la recién tratada cámara superior secreta mediante un pequeño vano adintelado.
 
Presenta planta cuadrangular y se eleva en tres cuerpos en altura definidos, en cada uno de sus frentes, por otros tantos registros de vanos geminados de maineles cilíndricos, quedando coronada la rotunda estructura prismática mediante un remate octogonal.
 
Hacia el centro de la nave en el muro sur del templo abre una pequeña portadita de vano adinterado en la que, abrazado por un guardapolvo ajedrezado de medio punto, se despliega un tímpano presidido por un crismón compuesto por una rueda de seis radios entre rosetas; pudiendo adivinarse en él mínimas incisiones con los caracteres “x, “p”, “a” y “w”. Muy probablemente, en origen esta puerta fuera la que daría acceso desde el templo al desaparecido claustro.
 
Mucho más interesante es la portada principal, habilitada a los pies de la iglesia en un cuerpo en  resalte o arimez bajo un tejaroz sostenido por canecillos figurados. Se compone, bajo una moldura ajedrezada a modo de guardapolvo, de cuatro arquivoltas de medio punto abocinadas que apean alternativamente sobre pilares y columnas, quedando rematadas estas últimas en cipiteles vegetales y figurativo.

El elemento más interesante de la portada occidental es, sin lugar a dudas, su tímpano, en el cual, dos leones de feroz aspecto, uno de ellos sobre un motivo floral, flanquean un crismón trinitario en el que resulta curioso como, a excepción del símbolo “Rho” (P), que aparece en su prototípico lugar, el resto de caracteres como el Alfa y el Omega se sitúan desplazados respecto a la posición en la que suelen aparecer.
 

 
Todo el diámetro del círculo del crismón queda recorrido por una inscripción cuya vendrían a ser la siguiente: “Yo soy la puerta de entrada: pasad por mi fieles. Yo soy la fuente de la vida: tenéis sed de mí que de vino, vosotros que penetráis en este bienaventurado templo de la Virgen”.
 
Una segunda inscripción, justo en el borde inferior del crismón y al pié de los leones reza lo siguiente: “Corrígete primero para que puedas invocar a Cristo”.
 
Para muchos especialistas, este crismón de la portada occidental de Santa María de Santa Cruz de la Serós venía siendo interpretado como una copia o versión del existente en la Catedral de Jaca, sin embargo, recientes estudios, entre los que destacan los de Francisco Matarredonda o Juan Antonio Olañeta, han concluido, basándose en la propia morfología del crismón, que el del antiguo monasterio de la Serós, cuya creación sitúan hacia 1090, vendría a ser más antiguo que el existente en la seo jacetana, el cual, encuadran en una fecha próxima a 1115.
 

 
En canto a la escultura monumental presente en el edificio, amén de la ya comentada en sus portadas, destacan los capiteles de las dos grandes columnas adosadas que dividen en tres paños el muro absidal al exterior, siendo perfectamente reconocible en uno de ellos el pasaje de Daniel en el foso de los leones. También encontramos figurados al interior, tanto coronando las columnas que sostienen los arcos fajones de la nave, como en la cámara secreta sobre el crucero.
 



 
Capítulo aparte merece la colección de canecillos del alero que, si bien algunos de ellos no son figurados, otros muchos nos ofrecen un repertorio humano y, sobre todo, animalístico muy interesante: leones, mono, peces, bóvidos, así como otros seres pertenecientes al bestiario fantástico.

 
En todo el conjunto eclesial se advierte el trabajo de varias manos, entre ellas concretamente en un capitel decorado con el tema de la Anunciación de la cámara superior, la del conocido como Maestro de Doña Sancha, artífice del famoso sepulcro y de algún capitel de la propia Catedral de Jaca.
 
La visita a Santa Cruz de la Serós tiene su lógica extensión a dos lugares de importancia capital para románico. El primero es el conjunto monumental de Jaca, donde son de obligada visita su catedral, el Museo Diocesano y algunas iglesias y ermitas más, donde se conservan importantes piezas románicas como el citado Sepulcro de Doña Sancha o un capitel del Maestro Esteban



El segundo es el Monasterio de San Juan de la Peña, a pocos kilómetros de distancia y accesible por una montaraz carreterita que comunica el propio  Santa Cruz de la Serós con este histórico cenobio aragonés.

 

 
 
 
 
 
 
 
 














 
 
 
 
 
 
 











 

jueves, 29 de mayo de 2014

Monasterio de Leyre. Navarra



El de Leyre es un monasterio milenario que llegó a ser uno de los más importantes de la España reconquistada y corazón espiritual del Reino de Pamplona.



Se sabe que existía un monasterio en el siglo IX que fue destruido por los musulmanes. Luego, a comienzos del XI fue reconstruido y se sabe de una primer consagración de la iglesia a mediados de ese siglo. Las obras debieron proseguir hasta el siglo XII. Más tarde, en el siglo XIV sufrió una abrupta ampliación gótica de las naves por los monjes cistercienses que lo habitaron a partir del XIII.


 
Tras la eliminación de las naves románicas y su sustitución por las góticas, de estilo románico perdura básicamente la enorme cabecera triabsidal –que incluye la cripta- y la puerta occidental.



De la primera campaña románica de Leyre data su cabecera, de altísimos ábsides que engloban, en su parte baja, la cripta.



Aunque no hay concesiones escultóricas en ella (carece de ventanas decoradas o de columnas) es magnífica su fábrica, realizada con grandísimos sillares de color cálido perfectamente aparejados.


La cripta es uno de los más sugestivos lugares del románico español. Sus bóvedas de medio cañón se refuerzan con arcos fajones de arco de medio punto muy peraltados que, a su vez, son soportados por columnas de corto fuste y grandes capiteles.

La portada occidental, denominada Porta Speciosa ya es del siglo XII, aunque debió sufrir una importante intervención posteriormente y se sumaron esculturas de otros lugares de la iglesia, al estilo de la puerta de las Platerías de Santiago.

Esto hace que la riqueza escultórica de la Porta Speciosa del Monasterio de Leyre sea verdaderamente espectacular.

La portada tiene cinco arquivoltas de medio punto que rodean un tímpano esculpido soportado por una columna parteluz. Este tímpano llevaba siete estatuas, de las que se reconocen a Cristo, María, San Pedro y San Juan y algunos apóstoles.


Todas las arquivoltas están decoradas figurativamente así como las enjutas y el friso superior.

Aunque se ha estimado la intervención de tres talleres distintos como protagonistas de esta magna puerta del Monasterio de Leyre, (incluyéndole taller del Maestro Esteban) en toda ella se aprecia manos expertas que esparcen por todo el conjunto infinidad de esculturas de exquisita finura.












El visitante puede perderse entre tanta riqueza por lo que es recomendable una ojeada detenida y aislando los elementos escultóricos uno a uno, que por la recombinación posterior citada no tienen necesariamente que tener que ligazón con las tallas próximas. 

 

sábado, 3 de mayo de 2014

Monasterio de Xunqueira de Espadañedo. Galicia





Xunqueira de Espadañedo es un municipio orensano del Ribeira Sacra conocido por su monasterio, el de Santa María, monumento nacional desde 1981.


 
El origen del Monasterio de Santa María de Xunqueira de Espadañedo hay que buscarlo en una fundación Agustina de mitad del siglo XII. Sin embargo, pocos años después pasa a formar parte de la Orden del Cister, tan potente en tierras de Galicia, en dependencia directa de  Montederramo . Éste es el momento en que se inicia la construcción del conjunto románico.

Tras reformas, construcciones y destrucciones llevadas a cabo en los más de 800 años de vida del cenobio lo que queda actualmente es una iglesia románica con fachada barrocaneoclásica, parte del gran claustro renacentista y otras dependencias menores del monasterio.

Tras la amortización de Mendizábal las dependencias monásticas de Xunqueira de Espadañedo pasaron a propiedad municipal y en él se han instalado algunos servicios y dependencias del ayuntamiento, como biblioteca, oficina de correos, centro de salud, etc.
 
El interés artístico de este monasterio se centra fundamentalmente en la iglesia y en el claustro citados. 

La iglesia románica

La iglesia es un templo de sillería berroqueña compuesta por tres naves y cabecera de tres ábsides semicirculares. Las  naves están separadas por pilares de sección cuadrada con medias columnas en sus frentes. Los arcos formeros son de medio punto y no existen bóvedas pétreas sino cubiertas de madera.

Los capiteles, siguiendo los preceptos cirstercienses, apenas están decorados, siendo en su mayoría casi lisos con alguna voluta o poma en su extremo superior.



El muro exterior del ábside central se encuentra parcialmente alterado. En origen tenía cuatro columnas adosadas –actualmente amputadas parcialmente- y se abrían ventanales románicos en los tres paños centrales. Actualmente, el ventanal central está perdido.

Los ábsides colaterales son mucho más bajos, también de semitambor, y solo dos columnas animan sus sobrios muros.

La fachada románica fue sustituida por otra que podríamos definir como a mitad de camino entre barroco y neoclásico. Está dispuesta con estructura de tres calles verticales muy sobrias. La central lleva pilastras en sus lados. Tanto la puerta como la ventana que se dispuso encima de ella son adinteladas. Encima se remata en frontón. Las calles laterales son más sencillas aún, con una pareja de ventanas superpuestas en el muro completamente liso.

Encima de este tímpano se  dispuso una pequeña y espigada torrecilla para las campanas de formas barrocas.

lunes, 31 de marzo de 2014

Monasterio de Dozón. Galicia



 
 
 
 
Monasterio fundado para mujeres a mitad de siglo XII. De esta fecha es su construcción.

De una sola nave, la cabecera es rematada en ábside semicircular con grandes ventanas y columnas.

Lo más destacable de este templo es la unidad de su construcción. Sillería granítica perfectamente escuadrada y ajustada y una gran riqueza de ventanas, columnas, contrafuertes, cornisas decoradas...

Parece como si el taller de constructores no se permitierán dejar muros vacíos y quisieran haber dotado a este monasterio de monjas un delicado y alegre rítmo constructivo.

 

jueves, 27 de marzo de 2014

Monasterio de Monsalud. Castilla La Mancha





El Monasterio cisterciense de Monsalud, en Córcoles, fue uno de los edificios medievales más importantes del territorio de Guadalajara durante siglos.

Su influencia se deja sentir en el románico de todo el sur de Guadalajara y provincia de Cuenca.

Aunque se encuentra en cierto estado de ruinas, dentro de estilo románico se conserva bien la iglesia y la sala capitular.



La iglesia es de tres naves, crucero resaltado y cabecera de tres ábsides escalonados y de medio tambor. La arquitectura  pertenece a lo que se ha venido en llamar hispano languedociano por las columnas pareadas que sirven de apoyo a arcos y nervios.

Los ábsides laterales tienen bóveda plenamente románica de cuarto de esfera mientras que el central incorpora ya nervios de refuerzo que coinciden en la clave.



Dentro del estilo románico, el Monasterio de Monsalud también conserva una portada de arquivoltas de medio punto en el hastial meridional del crucero superado por un enorme rosetón, hoy sin tracerías.




En el lado norte se encuentra el claustro que lamentablemente fue reedificado en el siglo XVI.

Afortunadamente se salvo la preciosa sala capitular original y más gótica que románica.

Es una sala rectangular dividida en seis espacios abovedados con crucería que apoyan en columnas de fustes monolíticos rematados en capiteles de hojarasca gótica con ábacos de perfil octogonal.

jueves, 20 de marzo de 2014

Monasterio de Tentudía. Extremadura





En un cerro de la preciosa Sierra de Tentudía, a escasa distancia del pueblo Calera de León (Sur de Badajoz) se sitúa el Monasterio de Nuestra Señora de Tentudía.


Fue construido para conmemorar la victoria en una batalla en que supuestamente las tropas cristianas de la Orden de Santiago vencieron a los moros con la intersección de la Virgen a la cual le pidieron “detener el día” para conseguir terminar la batalla antes de que anocheciese.

Es un edificio originario del siglo XIII y destacan sobremanera el precioso claustro mudéjar con dos pisos de arquerías de ladrillo y en su interior el precioso Retablo Mayor de azulejos fechado en el año 1518 y obra de Niculoso Pisano.




El Maestro Mayor de la Orden de Santiago, Pelay Peres Correa, tiene aquí su sepulcro también decorado con azulejos.

Otras capillas tiene también bonitos trabajos azulejería.


jueves, 13 de febrero de 2014

Monasterio de El Paular. Madrid


El Monasterio de Santa María del Paular de Madrid es el primer monasterio cartujo edificado en Castilla.




Se encuentra situado en uno de los parajes más hermosos de Madrid, en pleno Valle de Lozaya, a la Sierra de Guadarrama, en el término de Rascafría.

Aunque se sabe que las obras se iniciaron en 1390, no parece que avanzaran mucho hasta casi un siglo después, cuando toma la dirección Juan Guas en 1480. Además trabajaron en este edificio el taller burgalés de los Colnia y Siloé.

El conjunto monástico del Paular es amplio y de ordenación aparentemente confusa.


La iglesia del Monasterio es de una sola nave y de moderadas dimensiones. (31 metros de longitud).

Lo más notable es el retablo de alabastro que cubre la cabecera y que pertenece a la segunda mitad del siglo XV, con influencias flamencas y ya renacentistas.

La portada es un gran arco carpanel superado por arquivoltas apuntadas, menos la exterior que es conopial. Tanto las arquivoltas como las jambas están profundamente decoradas con figuras de santos, apóstoles y personajes del Antiguo Testamento, además de con hojarasca gótica de gran finura y animales reales y fantásticos.



En el tímpano se representa la Piedad y en el dintel los símbolos del Tetramorfos.



El claustro es de grandes dimensiones, obra también de Guas. Los vanos se separan entre sí por contrafuertes con pináculos. El arco conopial se usa en todos ellos, menos en las puestas centrales donde se combina el carpanel con el trilobulado conopial.