lunes, 20 de enero de 2014

Monasterio de Valvanera. La Rioja



El Monasterio de Valvanera tiene un ancestral origen altomedieval. Se sitúa en un paraje de excepcional belleza, en la Sierra de San Lorenzo (Macizo de La Demanda) rodeado de montañas de vegetación virgen y vistas preciosas.


 
El edificio actual es de finales del siglo XV donde se aprecia ya bóvedas complejas estrelladas con terceletes.



La portada de entrada en el muro meridional tiene cuatro austeras arquivoltas apuntadas y lisas.

Con todo, el Monasterio de Valvanera tiene interés por albergar la Virgen románica de Valvanera, Patrona de La Rioja y por ser el centro espiritual de La Rioja y destino de importantes peregrinaciones.

Virgen de Valvanera (Monasterio de Valvanera)


El Monasterio de Valvanera es uno de los corazones espirituales de La Rioja. La iglesia actual es gótica y sólo conserva de estilo románico la especialísima Virgen de Valvanera con El Niño.

La Virgen de Valvanera es la patrona de La Rioja. Es una gran talla que se considera de un románico bastante primitivo (finales del siglo XI o comienzos del XII
Se piensa que pudo copiarse en esta época a partir de una imagen asturiana, puesto que las ropas de la Virgen y el niño corresponde a “la moda real” de la monarquía asturiana.

La Virgen se encuentra sentada y sujeta con la mano derecha las piernas de Jesús.

Por su parte, el niño está sentado sobre su regazo, y vuelve su rostro hacia el costado derecho, bendiciendo y mostrando un libro, mientras sus pies se giran en sentido opuesto. Este fenómeno le da una gran peculiaridad y extrañeza  a este conjunto.

jueves, 16 de enero de 2014

Monasterio de Samos. Galicia


Historia del Monasterio


El Monasterio de Samos es, sin duda uno de los más antiguos e importantes de los muy numerosos cenobios de tierras de Galicia.


Este monasterio de Lugo se encuentra en el pueblo de Samos, cabeza del municipio del mismo nombre. Esta tierra lucense es un lugar ideal para un monasterio de origen medieval pues se asienta en un valle estrecho, encajonado entre montañas.

Además es lugar de paso del Camino de Santiago.

El Monasterio de San Julián y San Basilisa de Samos (aunque se conoce más como simplemente Monasterio de San Julián de Somos) tiene origen altomedieval, concretamente de época del Reino Visigodo en el siglo VII, atribuyéndose su fundación a San Martín Dumiense y renovado por San Fructuoso.

Además hay una inscripción empotrada aparecida en el siglo XIII en la que el obispo de Lugo describe cómo bajo su mandato se restaura en el siglo VII el antiguo monasterio.

Los avatares, guerras y conflictos medievales afectaron en numerosas ocasiones al monasterio. Así debió ocurrir en el siglo VIII pues fue abandonado por los monjes durante la efímera dominación musulmana. Tras su retirada al sur, el cenobio fue nuevamente ocupado y reverdecida la vida monacal.

El Monasterio de Samos fue ocupado por mozárabes que venían huyendo de Al-Andalus en tiempos del rey Fruela I que les asignó un coto en estas tierras.

Precisamente el hijo de éste, el que sería el gran rey Alfonso II el Casto pasó de su infancia aquí, junto a su hermana Jimena, tras la muerte por asesinato de su padre, cuando su vida peligraba por las continuas conspiraciones aristocráticas del recién nacido Reino Astur.

Durante el siglo X, Samos sufre la momentánea expulsión de los monjes por parte del obispo lucense don Ero pero reverdece poco después y se convierte en un monasterio benedictino y recupera su auge en el XII bajo la reforma cluniacense.

No fueron los únicos percances del Monasterio de San Julián de Samos ya que en tiempos modernos sufrió varios incendios y la exclaustración de Mendizábal de 1835, aunque fue reocupado de nuevo por monjes a finales del siglo XIX.

El Monasterio de San Julián de Samos se convirtió en Sede de la Orden de monjes benedictinos a comienzos del siglo XIX.

Arquitectura del Monasterio de Samos

El conjunto monástico de San Julián de Samos procede de distintas épocas, aunque mayoritariamente abarca desde el Renacimiento hasta el Neoclasicismo. Todas las dependencias y su conjunto son de enormes proporciones y se aprecia que en sus promotores y sus arquitectos se buscó una grandiosidad al tiempo que contenida decoración que desembocase en contenida sobriedad.

La iglesia

La iglesia es del siglo XVIII, construida entre 1734 y 1748, que auque barroca por época más bien parece neoclásica por las formas austeras y clasicistas que muestra. Tiene planta de cruz latina y tres naves. Las bóvedas son de medio cañón con casetones y los apoyos, arcos semicirculares sobre fuertes pilares con pilastras dóricas en sus caras. En el crucero se elevó una enorme cúpula semiesférica sobre pechinas con relieves de los doctores marianos benedictinos San Ruperto, San Bernardo, San Anselmo y San Ildefonso.
 

La barroca fachada también es un obra del siglo XVIII y a pesar de su buena articulación se aprecia algo rechoncha al estar inacabada, pues no se llegaron a construir las torres laterales.

La escalera de acceso recuerda a la del Obradoiro de la Catedral de Santiago. Por ella llegamos a la puerta propiamente dicha que es adintelada. Esta puerta se rodea de una fachada monumental dividida en dos cuerpos horizontalmente, siendo el inferior de doble altura que el superior, aunque reproducen aproximadamente la misma estructura vertical y ornamentación a base de columnas dóricas y anchísimas pilastras murales.

Si el piso inferior lleva como vanos la puerta de ingreso y dos ventanales, el superior se orada mediante un óculo circular y dos troneras para las campanas.
Los claustros

Pero si la iglesia provoca el interés por su monumentalidad, más aún lo tiene su pareja de claustros, el del Padre Feijoo y el de las Nereidas.

El Claustro grande o de Feijoo es el más grande de España con crujías de casi sesenta metros de longitud.

Fue construido en el siglo XVII. entre  1685 y 1689 en estilo herreríano. El alzado de las pandas se forma mediante tres pisos o niveles. El piso inferior muestra galerías abiertas al patio mediante arcos de medio punto (nueve por crujía) que apoyan en pilastras dóricas adosadas a machones que se decoran también con grandes pilastras que se vuelcan al interior. El segundo nivel sólo lleva ventanas rectangulares, mientras que el último es de atractivas formas al tener balaustradas y grupos de vanos ajimezados de arco carpanel con columna mainel central de capitel jónico.



En el centro de este claustro se yergue la enorme estatua del Padre Feijoo, obra de Francisco Asorey.

El segundo claustro es más antiguo. Se llama Claustro Pequeño o de las Nereidas. Su construcción data del siglo XVI avanzado (1539-1582) pero como es normal en la arquitectura gallega, su arcaísmo  lo convierte en un monumento tardogótico. Su arquitecto fue Pedro Rodríguez, natural de Monforte. Tiene sencillas arquerías apuntadas. Las bóvedas son de crucería estrellada.


Posteriormente se construyeron dos pisos por encima.

Este claustro se llama de las Nereidas por la fuente central –originaria del siglo XVIII- cuya copa es sostenida por cuatro esculturas que representan a este ser mitológico.
No hay que dejar de visitar la encantadora y recoleta iglesia medieval de San Salvador de Samos  de origen mozárabe (posiblemente del siglo IX). Tiene una única nave y remata en cabecera de testero plano.
 



lunes, 13 de enero de 2014

Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil. Galicia


El Monasterio de de Santo Estevo de Ribas de Sil (San Esteban de RIbas de Sil) es uno de los importantes monasterios románicos de La Ribeira Sacra.

También es posiblemente el más conocido pues no hace mucho que ha sido reconvertido en Parador de Turismo.

La iglesia monástica es de un estilo románico muy tardío. Tiene tres amplias naves con arcos apuntados que finaliza en cabecera de tres ábsides, con la curiosidad se ser los laterales más altos que el central.

En el interior es destacable un precioso retablo pétreo románico de forma pentagonal con Cristo en el centro y los doce Apóstoles que lo flanquean bajo arquerías. Es muy posible que originalmente, esta pieza fuese parte del tímpano de una portada.



El Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil conserva uno de los pocos claustros románicos (llamado "de los Obispos") de toda Galicia, aunque con alteraciones del siglo XVI, como veremos

El piso bajo es el románico aunque con pesados contrafuertes rematado en pináculos tardogóticos para compensar el peso del piso superior.

Estos contrafuertes rompen la armonía y regularidad de las arcadas románicas de este claustro. Las austeras arquerías de medio punto apoyan sobre parejas de columnas con capiteles de fustes esbeltos y capiteles de decoración vegetal.

Como hemos adelantado, por encima se construyo, a partir del siglo XVI, otra galería gótico-renacentista con arcos carpaneles y cresterías.

El Monasterio de San Estevo ha sido adaptado como Parador de Turismo e inaugurado en el año 2004.

viernes, 10 de enero de 2014

Monasterio de Bujedo de Juarros. Castilla y León


Introducción

El Monasterio cisterciense de Santa María la Real de Bujedo se localiza a unos 25 kilómetros al Este de la Ciudad de Burgos, en pleno Alfoz de Juarros y muy próximo a las primeras elevaciones que anuncian ya la proximidad de la Sierra de la Demanda.



Para llegar a él es necesario salir de la capital burgalesa por la carretera Nacional 120, también llamada del Camino de Santiago, hasta las afueras de Ibeas de Juarros, desde donde parte un estrecho vial en dirección sur que, tras cruzar el río Arlanzón y recorrer unos 15 kilómetro a través de desoladas paramedas, nos deja a las puestas del antiguo cenobio y del modestísimo caserío surgido a su amparo.
 

 


Pese a que fue declarado Monumento Histórico Artístico nada menos que en el año 1931, se trata de uno de los monasterios menos conocidos no solo de la provincia de Burgos, sino de toda Castilla y León,  siendo incluso, en ocasiones, confundido con el también burgalés monasterio premostratense de Santa María de Bujedo (o Bugido) de Candepajares, situado muy cerca de Miranda de Ebro y de los límites autonómicos riojanos.

 




 Breve aproximación histórica

Los orígenes del Monasterio de Santa María la Real de Bujedo son bastante difusos en cuanto a documentación se refiere, razón por lo cual se han barajado tradicionalmente los años de 1159 y 1172 como posibles fechas de su fundación, sin que exista una documentación sólida que lo contraste.



Sea como fuera, lo que sí parece claro es que las principales personalidades que promovieron la fundación de un monasterio en Bujedo fueron Don Gonzalo de Marañón, Alférez del Rey Alfonso VIII de Castilla y figura de notable relevancia en la corte castellana de la época, y su esposa Doña Mayor García de Haza, quiénes, a mediados del siglo XII, donarían el lugar de Bujedo al monasterio cisterciense francés de  Gimont.

La primara mención documental que de manera inequívoca da fe de la existencia del cenobio de Bujedo hay que remontarla al año 1182, momento en el cual la citada Doña Mayor García, bajo el auspicio de Bujedo, funda una comunidad monacal femenina en la villa de Haza.



En dicha carta fudacional, entre otros firmantes, aparece el nombre de Fortunato, primer abad de Bujedo que había llegado a tierras burgalesas, en compañía de otros once monjes, procedentes de la abadía francesa de Escaladieu, filial de Morimond, y desde donde llegaron también los primeros religiosos destinados a poblar otros cenobios cistercienses españoles de la relevancia de Veruela (Zaragoza), Fitero y La Oliva (Navarra), Monsalud (Guadalajara) o Sacramenta (Segovia).

Pese que a lo largo de la Edad Media constan algunas donaciones reales, especialmente de la Reina Urraca, lo cierto es que la de Bujedo fue siempre una comunidad modesta, contando con pequeñas heredades en el propio Alfoz de Juarros y en torno a Aranda de Duero y Haza, solar de su fundadora y protectora Doña Mayor García.



 

Así pues, sin avatares históricos de especial relevancia y caracterizada por su extrema humildad, la vida monacal se prolonga en Bujedo hasta el fatídico 1835, año en que la Desamortización de Mendizábal provocó la definitiva exclaustración del cenobio y el abandono del mismo, pasando a partir de entonces ser utilizado el monasterio como morada temporal de varias familias de jornaleros, y la iglesia como establo y corral de ganado.

Tras pasar a titularidad privada, ya en el siglo XX, los maltrechos restos de Santa María de Bujedo fuero objeto de una oportuna, necesaria y celebrada restauración por iniciativa particular de Rafael Pérez Escolar, personalidad de gran relevancia en los contextos políticos y financieros de finales de la pasada centuria.

El Monasterio de Santa María de Bujedo

Del primitivo conjunto monacal de Santa María de Bujedo de Juarros tan solo ha llegado a nuestros días su iglesia, románica de transición, y algunas dependencias claustrales como la sala capitular, la sacristía, una estancia desde donde arrancaba la escalera de acceso a las celdas de los monjes, y la conocida como “sala del prior" o locutorio.





El resto de equipamiento monásticos, bien por quedar obsoletos dada la molestia de la comunidad que lo moraba, bien por causa de sus largas décadas de abandono y exposición al expolio, o bien por distintas reformas acometidas a lo largo de los siglos, han ido desapareciendo.

La iglesia

La iglesia monacal, respetuosa prácticamente al cien por cien tanto en lo arquitectónico como en lo escultórico con los ideales de rigor y austeriedad que preconizaba la Orden del Cister, se estructura en una única y profunda nave de seis tramos que desemboca en un crucero marcado tanto en alzado como en planta que, a su vez, da paso a una triple cabecera compuesta por un ábside central de planta semicircular y dos absidiolas laterales cuadrangulares de testero plano; una morfología prácticamente idéntica al también cisterciense monasterio de Santa María de Valdeiglesias, en la Comunidad de Madrid.

El templo, comenzado en sus cuerpos bajos siguiendo los cánones arquitectónicos del románico, fue rematado, aproximadamente a mediados del siglo XIII, por un segundo taller ya perfectamente dominador de las formulaciones arquitectónicas góticas; de ahí que los arcos fajones acusen un marcado apuntamiento y las bóvedas presenten diferentes modelos de crucería nervada.




Los mencionados arcos fajones que dividen en seis tramos la nave mayor presentan la particularidad de que sus soportes, en lugar de apear directamente sobre el piso, reposan sobre potentes ménsulas de ornamentación vegetal a media altura del muro, un recurso muy recurrente en fundaciones cistercienses.



La triple cabecera, canónicamente orientada, presenta idénticos rasgos de austeridad que el resto del conjunto eclesial, quedando dividido su único ábside de tambor en dos cuerpos mediante una moldura horizontal, abriéndose, en el registro superior, tres sencillos ventanales de medio punto dovelados. Quedan rematadas las cornisas con una sencilla colección de canecillos geométricos que se prolonga también a lo largo de los muros exteriores de la nave.

En el hastial occidental, culminado en un agudo frontón o piñón triangular, abre su portada principal, habilitada en un cuerpo en resalte y enmarcada entre dos potentes contrafuertes que se proyectan hasta la altura del segundo cuerpo, queda rematado mediante un doble vano apuntado con óculo central abrazado, a su vez, por otro arco mayor de medio punto sobre columnillas y capiteles vegetales.



El arco de ingreso, de factura gótica, presenta un perfil trilobulado trasdosado por dos arquivoltas apuntadas sobre pares de columnas rematadas en los clásicos capiteles vegetales cistercienses. Llama la atención, a cada lado de la portada, la presencia de dos crismones. Asimismo, conserva este hastial occidental los restos de los anclajes de lo que pudo ser un pórtico –hoy desaparecido- al que algunos especialistas han coincidido en atribuir una funcionalidad funeraria.



El claustro y dependencias anejas

El claustro original, hoy prácticamente perdido, se acomodaba al costado sur de la iglesia. Durante la Edad Moderna fue objeto de una profunda reforma que afectó a sus pandas pandas occidental y meridional, a las cuales, además, le fueron añadidas un segundo piso. Las crujías oriental y norte, sin embargo, perdieron sus arquerías, conservándose tan solo una serie de dependencias monacales en las que a continuación nos detendremos.




El acceso de la iglesia al claustro se realiza a través de la llamada “puerta de monjes”, ubicada en el brazo sur del transepto y que pertenecería a la primera fase constructiva del conjunto. Presenta un sencillo arco de medio punto y dos arquivoltas lisas abrazadas por un guardapolvo decorativo a base de arquillos geométricas. Descansan las arcadas en dos pares de columnas cilíndricas acodilladas rematadas por capiteles lisos.

También lisos o, como mucho, de temática vegetal típicamente cisterciense, serían los capiteles de las arquerías claustrales desaparecidas, de las cuales, tan sólo han sobrevivido siete cestas dobles y cuatro basas.



En el sector meridional del claustro se ubican las únicas dependencias monacales llegadas a nuestros días: un espacio rectangular con bóveda de cañón corrida utilizado como sacristía, una sala capitular, un habitáculo también rectangular del que partirían las escaleras hacia las celdas de los monjes, y una última estancia identificada como la sala del prior o el locutorio.

 

La sala capitular comunica con lo que sería la desaparecida galería claustral mediante tres vanos apuntados y moldurados que descansan sobre gruesos pilares poligonales que, en origen, contarían con unas columnillas adosadas –hoy perdidas en su mayoría- que conferirían al soporte una morfología cruciforme.

Al interior, la sala se estructura en seis tramos (tres por dos) cubiertos con soluciones de crucería nervada cuyos nesvios van a desembocar directamente en los muros perimetrales y sobre dos columnas centrales de basas poligonales y rematadas con capiteles vegetales. Queda iluminada la estancia a través de tres sencillos ventanales de medio punto.



Preside el hoy cuidadísimo espacio ajardinado una monumental fuente de forma circular sostenida por varias columnillas cilíndricas de imprecisa cronología.

Así pues, puede afirmarse que el Monasterio de Santa María de Bujedo de Juarros, sin llegar a ser una obra cumbre el monacato burgalés, castellano y español, sí se presenta ante el visitante como un ejemplo paradigmático de los ileales arquitectónicos de la Orden del Cister.





                                        (Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:

                                                                                                        José Manuel Tomé)