sábado, 11 de abril de 2020

Monasterio de Piedra. Aragón





El Monasterio se construye en la transición del Románico al Gótico.

Los monjes vivieron en este Monasterio algo más de 600 años



La fundación del Monasterio de Piedad se relaciona con un doble marco histórico: Es parte del fenómeno de las repoblaciones de la segunda mitad del siglo XII y también es un brillante capítulo de la expansión de los cistercienses por la Península Ibérica. En 1186, Alfonso II de Aragón y su esposa, Sancha de Castilla, donaron a los monjes de Poblet el Castillo de Piedra (castrum Petrae) con el objeto de fundar allí un monasterio cisterciense. Entre 1186 y 1194 los monjes de Poblet realizaron los preparativos necesarios y, el 10 de mayo de 1194, bendecidos por el abad Pedro Masanet, que gobernó Poblet entre 1190 y 1196, salieron del monasterio catalán 12 monjes, a la cabeza de los cuales se encontraba Gaufrido de Rocaberti, I Abad de Piedra. Gaufrido debió ser hijo del vizconde Jofre, hermano del vizconde Dalmau, pariente del arzobispo de Tarragona, Ramón de Rocaberti, del obispo de Zaragoza, Rodrigo Rocaberti y del obispo de Gerona, Pere Rocaberti. Sus poderosos parientes dieron protección e impulso a la nueva fundación.

La intención del I Abad era establecer una comunidad filial de Poblet en algún lugar no predeterminado de los territorios meridionales del Reino de Aragón. Hubo tres ubicaciones diferentes antes de encontrar el emplazamiento definitivo. A finales de 1194, se instalaron en Santa María de Cileruelo, muy cerca Peralejos (Teruel). Allí empezaron a construir un monasterio, que abandonaron y transformaron en un priorato, manteniéndolo en uso hasta 1835. De él aún pueden visitarse en la actualidad una ermita y escasos restos materiales de sus dependencias priorales.

A caballo entre dos estilos: del Románico al Gótico



La construcción del monasterio se realiza en los años de transición del Románico al Gótico. El característico estilo arquitectónico de la Orden está presente en el monasterio: Gótico Cisterciense, arquitectura sobria, austera, sencilla y luminosa.

En mayo de 1195, Alfonso II ratificó la donación de Piedra a los monjes cistercienses otorgándoles el dominio y jurisdicción completa sobre estos territorios: el mero y mixto imperio, con la jurisdicción civil y criminal, ejercida en nombre del Rey. El pergamino con la donación se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Madrid) y en él se recoge la obligación de los monjes a rezar una misa anual por el alma del monarca y de sus parientes.

Entre 1195 y 1203 se documenta un problema relacionado con la patrimonialidad de Piedra, que explica la construcción y abandono del tercer monasterio, llamado de Piedra Vieja. En la orilla del río Piedra existía un castillo que, en algún momento de la década de 1120, fue donado a la familia Malavella. En 1200, Juan de Malavella renunció a los derechos sucesorios que le podían corresponder sobre el castillo de Piedra. A partir de entonces, los monjes cistercienses quedaron como únicos dueños del coto redondo del señorío, unos 30 km2, repartidos entre los actuales términos de Nuévalos, Ibdes y Monterde.

Los monjes de establecieron en la orilla del río Piedra en un monasterio provisional, llamado de Piedra Vieja, construido en madera y adobe. El Monasterio de Piedra Nueva fue la cuarta y definitiva ubicación de la Abadía. Los edificios empezaron a construirse en 1203. En 1238 las obras estaban suficientemente avanzadas para que los monjes pudieran ocupar los edificios. El 16 de diciembre de 1218, se hizo la ceremonia de traslación de la comunidad desde Piedra Vieja a Piedra Nueva. La consagración de la Iglesia Abacial fue presidida por el IV Abad de Piedra, Jimeno Martín, por el arzobispo de Tarragona, Asprago de la Barca, que actuó en nombre de Jaime I, por el obispo de Zaragoza, Sancho Ahones, y por el obispo de Albarracín, Domingo Ruíz de Azagra, que había sido monje profesor en Piedra. En el sitio donde estuvo Piedra Vieja los monjes construyeron una ermita, llamada de Santa María de los Argalides, cuyos epígrafes constatan que fue reformada en 1755, siendo abad Inocencio Pérez.

Testigo de excepción de la historia de España



En la actualidad, la iglesia está en ruinas como consecuencia de los años de abandono que, en el siglo XIX, sufrieron los edificios tras la Desamortización. Piedra conoció tres procesos desamortizadores.

En plena guerra de la Independencia, un decreto de José I, de 1808, supuso la supresión de la comunidad. Los monjes fueron expulsados en 1809 y el ejército francés saqueó la abadía, trasformada en hospital. En 1814, terminada la guerra, Fernando VII permitió a los monjes que habían sobrevivido recomponer comunidad. En 1820, durante el trienio liberal, el monasterio volvió a ser suprimido, sus bienes fueron inventariados, nacionalizados y, algunos subastados.

En 1823, después de la entrada de los 100.000 hijos de San Luís, la comunidad volvió a restablecerse. En 1835, la reina regente María Cristina, siendo Isabel II menor de edad, admitió la promulgación del decreto de disolución de órdenes masculinas y la desamortización de bienes eclesiásticos para, con las ventas, obtener los recursos necesarios para financiar al ejército liberal que apoyaba a su hija durante la I Guerra Carlista.

El decreto de Mendizábal de  1835 significó el definitivo de la comunidad de Piedra. Los bienes, inventariados, fueron subastados en Ateca, Zaragoza y Madrid en las décadas de 1840 y 1850. Los edificios conventuales fueron administrados entre 1835 y 1843, fecha en la que fueron subastados y adquiridos por D. Pablo Muntadas Campeny por 1.250.000 reales.

Fue en los años siguientes que Juan Federico Muntadas, consolidado como propietario de Piedra, transformó la huerta en un jardín paisajista y las dependencias conventuales en una instalación hostelera e hidroterápica, a lo que añadió la construcción de una piscifactoría que fue pionera en España, parte de cuyas instalaciones visitables aún hoy en el recorrido por el Parque.

Desde entonces hasta nuestros días, Piedra se ha convertido en un destino turístico de primer orden. La adquisición de los edificios por la familia Muntalas, la transformación del Monasterio en un Hotel y los nuevos usos turísticos que se dieron a las dependencias frenaron su degradación y lo han preservado en el estado actual. Catalogado como Monumento Nacional el 16 de febrero de 1983 (hoy en día, Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento), el Monasterio de Piedra es en la actualidad uno de los parajes más espectaculares de Europa, siendo además galardonado con la Medalla al Mérito Turístico por el Gobierno de Aragón en 2011.



















domingo, 10 de marzo de 2019

Monasterio de La Oliva. Navarra





Introducción e historia del monasterio

 
El Monasterio de la Oliva es uno de los más importantes y espectaculares cenobios del Císter en España. Su visita supone percibir la grandeza de una arquitectura trascendental en la historia del arte europeo de la Edad Media.

El Monasterio de Nuestra Señora de la Oliva está en Carcastillo, al este de Navarra, muy cerca ya de tierras aragonesas. Su historia se remonta al año 1134 en que fue fundado por García Ramírez.

Los siglos XII y XIII fueron de gran prosperidad para la comunidad cisterciense de La Oliva. Sin embargo, durante el XIX sufrió graves agresiones en la Guerra de Independencia y tras la Desamortización de Mendizábal, lo que provocó su abandono. En 1927 fue de nuevo ocupado por monjes cistercienses y desde ese año ha gozado de una revitalización espectacular.



 

Gracias a la pronta fundación del cenobio, su edificación básicamente pertenece al siglo XII y comienzos del XIII, por lo que La Oliva es de los monasterios cistercienses españoles que mayor carácter románico conserva.


 
 
Del Monasterio medieval quedan importantes dependencias, a saber, su imponente iglesia, el claustro gótico, la sala capitular, la cocina, la sala de los monjes y la capilla de San Jesucristo.

Interior de la iglesia       

La iglesia es un enorme edificio de ascendente claramente románico, por su planta y concepción, a pesar del abovedamiento con crucería. Consta de tres amplísimas naves, más ancha y alta la central, separadas por arcos formeros apuntados que apoyan sobre pilares cruciformes con dos columnas adosadas a cada cara y una en cada codillo. Se trata, por tanto, de una típica estructura hispano-languedociana que en La Oliva se manifiesta con perfecta seguridad. Las columnas pareadas reciben los arcos formeros y fajones y las de los codillos, los arcos cruceros de las bóvedas. Todo el abovedamiento de las naves es, pues, de crucería sencilla.

 
 
La iglesia de La Oliva tiene un larguísimo crucero de cinco tramos y una cabecera de cinco ábsides. El central es precedido por presbiterio abovedado con medio cañón apuntado y el hemiciclo con bóveda de horno reforzada por arcos coincidentes en la clave y que descansan en columnas adosadas al semitambor. Los cuatro ábsides que lo flanquean tienen planta cuadrada.

 

La decoración de los capiteles, como se puede esperar, se limita a motivos mayoritariamente geométricos y vegetales, aunque hay algunos donde afloran cabecitas humanas.

Hay que destacar que los ventanales del claristorio y cabecera son amplios, muy abocinados y de perfecto medio punto.

La fachada occidental        

Si tenemos la suerte de visitar el Monasterio de La Oliva es una tarde soleada, podremos contemplar una de las vistas más sugerentes del patrimonio medieval español. Nos referimos al espectacular hastial occidental gótico de la iglesia que refulge gracias a su piedra rojiza y la buena articulación de sus estructuras.



 
Esta fachada es ya del siglo XIV y parece que reutilizó algunos elementos de la anterior románica, como veremos. La portada es apuntada y con multitud de arquivoltas y columnillas.

En el tímpano de esta puerta gótica hay un antiguo Crismón románico posiblemente reaprovechado de una construcción anterior. Tiene la particularidad de incorporar un Agnus Dei en su interior y estar decorado con la luna y el sol y dos animales y acompañado por dos escenas. Pantocrator y Tetramorfos y la Virgen con el Niño.

 

Los canecillos de la cornisa superior pueden pasar desapercibidos ante la monumentalidad del conjunto, pero es necesario observarlos con detenimiento, mediante prismáticos o teleobjetivo, pues no tienen desperdicio. También se trataría de un elemento románico anterior rescatado de la desaparición cuando se edificó la fachada gótica.


 

Flanqueando la puerta, existen dos grandes rosetones de iluminación de las naves colaterales.




El claustro

El claustro románico del Monasterio de La Oliva también fue sustituido por otro gótico.


 
Las cuatro galerías del claustro tienen abovedamiento de crucería que apoyan sobre grandes arcos apuntados que cobijan la habitual tracería y cuatro arquillos agudos más pequeños. El otro tipo de apoyo lo constituyen las ménsulas de los muros, algunas con muy interesantes escenas esculipdas, como la que muestra a un expresivo Sansón desquijarando al león.



La Sala Capitular         

Afortunadamente se conserva la sala capitular primitiva, una de las más armónicas y bellas del románico español. La entrada se estructura mediante vanos de medio punto sobre columnas románicas.

 

El espacio de la sala es cuadrado y está dividida en nueve espacios por cuatro columnas exentas centrales más ocho columnas situadas junto a los muros.

 

 

 



viernes, 12 de octubre de 2018

Monasterio de Yuste. Extremadura



Historia del Monasterio de Yuste

El Monasterio de Yuste es uno de los más conocidos de España gracias a su vinculación histórica con los últimos dos años de vida del emperador Carlos V (1556-1558), además de por su riqueza artística y el magnífico entorno natural en que se encuentra, en la comarca de la Vera.

 

El Monasterio de Yuste está ubicado junto a la población de Cuacos de Yuste, cerca de la Sierra de Gredos, en la comarca de La Vera de Cáceres.

El origen de este cenobio hay que buscarlo en tres eremitas deseosos de cumplir sus penitencias en el año 1407. Con el tiempo, la comunidad de monjes aumentó y adoptaron la regla de San Jerónimo.

Carlos V, deseoso de terminar su vida en un monasterio, lo habitó durante dos años en una casa palacio construida para tal efecto.

Desde el siglo XVI al XIX, el Monasterio de Yuste pasa por diferentes avatares, incluyendo el incendio sufrido en la Guerra de Independencia y la desamortización de Mendizábal.

En 1949 se comienzan las obras de recuperación de tan insigne lugar.

Dependencias del Monasterio de Yuste

Al margen de la citada casa-palacio del emperador, importa el conjunto monacal, formado por la iglesia gótica (siglo XV) los dos claustros y las estancias monacales. Al margen de la citada casa-palacio del emperador, importa el conjunto monacal, formado por la iglesia gótica (siglo XV) los dos claustros y las estancias monacales.

La iglesia


La iglesia del Monasterio de Yuste es un templo tardogótico con reformas renacentistas.

La fachada occidental muestra ya una portada de hechuras renacentistas, de mitad del siglo XVI. El vano es de medio punto y se encuentra flanqueado por dos pilastras. Encima hay hornacinas y un frontón triangular. En la parte alta del muro hay un óculo circular.

En el interior se aprecia su sencilla estructura compuesta por una única nave de cuatro tramos, cubierta con bóveda de de crucería estrellada y rematada por una cabecera poligonal. El arco triunfal es apuntado y muy decorado.

Claustro Gótico




El claustro gótico es de finales del siglo XV y tiene planta rectangular con dos pisos, abiertos al patio central mediante amplísimos vanos delimitados por arcos carpaneles que se punden con los pilares cilíndricos que hacen las veces de columnas.

El conjunto de este claustro es de gran elegancia y severidad, por su casi completa desornamentación.

Claustro Nuevo o Plateresco

El claustro nuevo del Monasterio de Yuste es del siglo XVI, renacentista. También es rectangular, pero más amplio que el anterior. Tiene también dos pisos. El inferior lleva arcos de medio punto y el superior arcos escarzanos. Las columnas de apoyo son renacentistas decoradas con volutas y guirnaldas.







Casa Palacio de Carlos V


Si las dependencias religiosas del Monasterio de Yuste son de gran austeridad, no menos lo son las que forman parte del Palacio o vivienda del emperador.

El edificio es sencillo y de fábrica humilde, a base de ladrillo y mampostería, con algunas partes de sillería.

La planta principal tiene forma rectangular con un pasillo central que delimita dos áreas con dos salas en cada una. Las dos habitaciones interiores son la alcoba del emperador y una antecámara, mientas que las dos exteriores tenían función de comedor y sala de audiencias y estaban abiertas al jardín exterior.

El edificio es sencillo y de fábrica humilde, a base de ladrillo y mampostería, con algunas partes de sillería.

La planta principal tiene forma rectangular con un pasillo central que delimita dos áreas con dos salas en cada una. Las dos habitaciones interiores son la alcoba del emperador y una antecámara, mientas que las dos exteriores tenían función de comedor y sala de audiencias y estaban abiertas al jardín exterior.

Una de las particularidades de la casa de Carlos V es que en su habitación se practico un vano que comunicaba con la iglesia del monasterio y que le permitía asistir a Misa desde su propia cama, hecho que su hijo Felipe II imitó en el Monasterio de El Escorial, años más tarde.

 

miércoles, 22 de agosto de 2018

Convento de la Cabrera. Madrid




El Convento de San Antonio de la Cabrera está ubicado a media ladera de Cancho Gordo y a unos dos kilómetros del pueblo (hay señalización pero conviene preguntar)

La historia de esta construcción, una de las más valiosas de patrimonio medieval madrileño, está llena de conjeturas pues no existen datos documentales sobre su fundación. La hipótesis más aceptada es que el rey castellano Alfonso VI, coincidiendo con sus planes de atravesar el fronterizo Sistema Central para la conquista de Toledo, fomentara la ubicación de un pequeño cenobio benedictino-cluniacense bajo la advocación de San Julián en esta agreste sierra madrileña.

 
 
En 1404, se convierte en el convento de San Antonio de Padua. Alcanzó gran relevancia durante los siglos estando ligado a personajes de relevancia como los Mendoza, el duque del infantado o el Marqués de Santillana y el Cardenal Cisneros.

Desde el punto de vista artístico, la iglesia del primitivo monasterio es de estilo románico. Un ejemplar verdaderamente interesante pues a pesar de sus pequeñas dimensiones tiene una estructura arquitectónica compleja y radicalmente alejada de los sencillos templos concejiles de una sola nave.

La iglesia del Convento de San Antonio de la Cabrera presenta una compleja planta de tres naves, crucero y cabecera de cinco ábsides escalonados de planta semicircular y diferente altura. Los tres centrales se corresponden con la prolongación natural de las naves, mientras que los dos laterales se abren en los extremos de los brazos del crucero.

En el interior los elementos de apoyo de arcos triunfales y arcos de entrada al crucero son pilares cruciformes, mientras que los de prolongación de las naves son cuatro columnas de fuste cilíndrico y sencillos capiteles que podrían pertenecer a reformas o reconstrucciones ya del siglo XV.

Las bóvedas son de medio cañón menos las de los ábsides que son de cuarto de esfera. Y todos los arcos presentan perfil de medio punto.



Para otros autores, la construcción es posterior, de estilo cisterciense (y con probable construcción a partr de comienzos del XIII)

Estilísticamente, la sencillez de la arquitectura del Convento de La Cabrera no arroja demasiada luz. Incluso también ha sido relacionada con modelos prerrománicos, lo que apoyaría la teoría de edificio primitivo cluniacense, o por el contrario de la pureza impuesta por la orden cisterciense.




Sin embargo, hay que decir que este edificio presenta pocas relaciones con lo grandes edificios cistercienses que se diseminan por la Castilla de los siglos XII y XIII. Para empezar su tamaño es mínimo en relación a los casi catedralicios monasterios del Císter. Su modesta fábrica de mampuesto nada tiene que ver con la perfecta sillería cisterciense y nada hay en la Cabrera de arcos apuntados o bóvedas de crucería que fueron introducidos por los monjes blancos. Se puede comparar esta iglesia con los restos de Valdeiglesias (Madrid) Collado Hermoso y Sacramenia (Segovia) o Monsalud

y Buenafuente del Sistal (Guadalajara) por citar sólo los monasterios del Císter geográficamente más cercanos y sacar sus propias conclusiones.

Las reformas posteriores a época románica se inician en los siglos XV y XVI, a las que pertenece la arquería conservada del claustro, el cuerpo bajo de la torre, los muros de cerramiento de oeste y sur con sus puertas adornadas con los escudos de la Orden y de los duques del Infantado, señores de la villa.

El cuerpo superior de la torre parece más moderno y podría ser del siglo XVIII










 

 

jueves, 24 de mayo de 2018

Monasterio de Santa María la Real de Nájera. La Rioja





Nájera y el origen del Monasterio

Nájera es una de las estaciones del Camino de Santiago en La Rioja ya citada en el Codex Calixtinus y una de sus poblaciones más monumentales. No en vano fue capital del reino Nájera-Pamplona en los siglos X y XI, alcanzando su máximo esplendor en la época de Sancho Garcés III, el Mayor.





Dentro de este rico patrimonio de Nájera destaca especialmente el magnífico Monasterio de Santa María la Real.
 
 

 


Este monasterio fue fundado en el año 1052 por el rey navarro García IV el de Nájera, adosado a la cueva donde, según cuenta la tradición, encontró, mientras cazaba una paloma con un azor, un conjunto de objetos: una imagen de la Virgen María con el Niño, una campana y un jarrón con azucenas (símbolo de la Anunciación).

 




Pocos años después, Nájera pasa a formar parte de León y Castilla. En 1079, el rey Alfonso VI se lo entrega a los Benedictinos de Cluny.

En 1487 el Papa lo entregó a Rodrigo de Borja, el futuro Papa Alejandro VI. Ello significó que desde esta fecha hasta 1513 Santa María fuera una abadía independiente.

 

 

La iglesia gótica

De las primitivas edificaciones mozárabes y románicas de los primeros siglos casi nada queda -salvo parte de un muro en el extremo occidental junto a la cueva- pues el monasterio fue completamente reconstruido a partir del año 1422 en estilo gótico.
 
 



La iglesia es verdaderamente grandiosa y no desmerece en comparación con muchos de los edificios catedralicios españoles de la época.
 
 
 
 
 
Tiene tres altas naves separadas por pilares fasciculados con multitud de columnillas. Las bóvedas son de crucería sencilla menos en la cabecera donde se tornan estrelladas y en el transepto lleva bóveda de crucería. Sobre los dos brazos del crucero y parte de la nave principal corre un triforio practicable con vanos muy apuntados que de lejos parecen triangulares. El claristorio lo constituye una serie de pequeños ventanales agudos y geminados que dejan entrar escasa luz al interior del edificio.
 
 
 
 
El retablo situado en el testero plano de la iglesia e obra barroca del siglo XVIII. Un poco perdida en la inmensidad de sus dimensiones logramos identificar una talla de la Virge y el Niño. Se trata de la Imagen de Santa María la Real que se encontraba anteriormente en la cueva.          
 
 
 
El aspecto exterior de este templo es un tanto desconcertante dada su altura y los cilindros que abundan en sus esquinas lo que le confiere un aspecto de fortificación. Al oeste de la iglesia hay una puerta de entrada del siglo XVII a la que se llega bajando una escalera para neutralizar el desnivel. 
 
 
 
 
 
El coro
El coro de esta iglesia tiene una de las mejores sillerías conservadas en la arquitectura religiosa española. Su estilo es gótico florido y fue realizado hacia 1495 por los maestros Andrés y Nicolás.
Panteón de los Reyes y el sepulcro de Doña Blanca de Navarra
De la iglesia, además de su bella arquitectura gótica destacamos el Panteón de los Reyes, situado a los pies de la iglesia.
 



El Panteón de los Reyes conserva hasta treinta sepulcros de reyes castellanos y navarros como García el de Nájera, Sancho el Noble, el infante Ramiro, Sancho II Abarca, Bermudo III de León, Sancho IV el Sabio de Navarra. Aunque los citados personajes históricos son medievales, los sepulcros son renacentistas del siglo XVI.

El sepulcro más relevante de todos los que se conservan en el interior de la iglesia de Santa María la Real de Nájera es el de estilo románico perteneciente a la reina de Doña Blanca de Navarra. 
 
 

En el claustro podemos encontrar varias puertas monumentales. Una de ellas se denomina de San Juan y es la que da acceso al templo desde el claustro. Se trata de una estructura renacentista con decoración plateresca.
 
 
 
 

 
 
Tiene forma rectangular con vertiente a dos aguas y las dos caras laterales mayores esculpidas (los frontales están, desgraciadamente, perdidos).
 
 


 
En la cara principal se esculpe la muerte de Doña Blanca, muy serena y bella acostada en su lecho, mientras su alma (un niño desnudo) es elevada al Cielo por dos preciosos ángeles. A los lados, separados por árboles, hay varios cortesanos que consuelan al rey a una dama. Por encima, hay un solemne Cristo en Majestad rodeado del Tetramorfos y el Conjunto Apostólico.
 
 

 
 
En la cara opuesta, los relieves se ocupan de algunas escenas del Ciclo de la Natividad de Cristo: la Adoración de los Reyes Magos y la Matanza de los Inocentes, además de la parábola de las vírgenes necias y prudentes.
 
 
La cueva

Otro de los espacios del máximo interés del Monasterio de Santa María la Real es la cueva donde el monarca encontró la imagen de la Virgen. Pasar del ámbito del edificio gótico a este lugar oscuro y húmedo produce una sensación sobrecogedora. Aquí encontraremos una bella imagen gótica de la Virgen.

 

 
 
 
Obviamente ésta no es la talla de la Virgen que encontraría García el de Nájera en el siglo XI, sino una Virgen de finales del siglo XIII o comienzos del XIV que se trasladó posteriormente -en 1845- aquí desde la capilla del Alcázar Real.

Hubo de ser restaurada en 1948 por el Instituto Príncipe de Viana pues al parecer se hallaba en un estado lamentable de deterioro y suciedad.

Claustro de los Caballeros

El claustro del monasterio se llama "Claustro de los Caballeros" porque fue el lugar elegido por muchos nobles que pagaban con sus riquezas al monasterio para disponer de un lugar piadoso para su enterramiento.
 
 

Obviamente ésta no es la talla de la Virgen que encontraría García el de Nájera en el siglo XI, sino una Virgen de finales del siglo XIII o comienzos del XIV que se trasladó posteriormente -en 1845- aquí desde la capilla del Alcázar Real.

Hubo de ser restaurada en 1948 por el Instituto Príncipe de Viana pues al parecer se hallaba en un estado lamentable de deterioro y suciedad.

Claustro de los Caballeros

El claustro del monasterio se llama "Claustro de los Caballeros" porque fue el lugar elegido por muchos nobles que pagaban con sus riquezas al monasterio para disponer de un lugar piadoso para su enterramiento.
 
 
 
 

Este claustro es una obra maestra de la arquitectura y escultura del siglo XVI, siendo terminado en 1528.






 
Cuenta con sus cuatro pandas cubiertas con bóvedas tardogóticas de crucería compleja. Lo más bello son los arcos apuntados de finales del gótico que cobijan delicadas columnillas y tracerías platerescas. Todas ellas son distintas y en el entramado vegetal y geométrico que las preside vemos también animales y ángeles.

 

Adosadas a los pilares del claustro existe una colección de estatuas renacentistas bajo doseletes. La mayoría están descabezadas y mutiladas. Hay que fijarse también en las mensulillas que las soportan pues encontramos en ellas escenas protagonizadas por animales fantásticos.




En una de las esquinas se encuentra la Capilla de Doña Mencía. Se trata de un espacio funerario habilitado para contener los sepulcros de Doña Mencía López de Haro, esposa del rey portugués Sancho II Capelo, de dos de sus hermanos y de Garci Lasso Ruiz de la Vega.
 
 

En otro de los rincones de este fantástico claustro -junto a la puerta plateresca de entrada- encontramos dos sepulcros correspondientes a Diego López de Haro, llamado el Bueno, X señor de Vizcaya (1170-1214) y el de su segunda esposa, Toda Pérez de Azagra. En ambas tumbas pétreas encontramos la habituales representaciones propias del siglo XIII con plañidero/as expresando su aflicción.
 
 


En el claustro podemos encontrar varias puertas monumentales. Una de ellas se denomina de San Juan y es la que da acceso al templo desde el claustro. Se trata de una estructura renacentista con decoración plateresca.
 
 


Otra se encuentra en la panda oriental del claustro y se conoce como Puerta de los Reyes, al llevar dos escudos: uno de Castilla y León y el otro de Navarra. Daba acceso al antiguo refectorio y a la sacristía. Es de estilo gótico isabelino con vano delimitado por arcos carpaneles superados por decoración flamígera.

 



lunes, 29 de junio de 2015

Monasterio de San Martín de Castañeda. Castilla y Leon


Introducción
 
En el extremo noroeste de la provincia de Zamora y en un entorno natural de incomparable belleza en plena comarca de Sanabria, se encuentra, junto a una pequeña población del mismo nombre surgida en torno a él, el Monasterio de San Martín de Castañeda, sin duda, uno de los cenobios más antiguos e influyentes de la Zamora altomedieval.

 
Dependiente en la actualidad del municipio de Galende, para llegar a Castañeda es necesario partir de la capital comarcal, Puebla de Sanabria para, en dirección norte, recorrer a través de magníficos parajes los aproximadamente 20 kilómetros que separan la villa de Puebla y el pequeño caserío de San Martín, el cual se ubica sobre un escarpe rocoso a escasos metros de la orilla norte del célebre Lago de Sanabria.

Aproximación histórica

Distintas teorías sostienen la posible existencia de un primer cenobio en Castañeda durante los siglos de la dominación visigoda, el cual, desaparecería como consecuencia de la invasión musulmana.

Tras la reconquista y en una fecha que unos especialistas sitúan en el año 897 y otros en el 916, llegaría a estos parajes sanabreses el abad Martín acompañado de varios monjes de San Cebrián de Mazote (Valladolid) en busca de nuevos recursos naturales y pesqueros debido a la catastrófica sequía que asolaba la meseta central, fundando así un primer establecimiento monástico.



Pocos años después y huyendo de la Córdoba musulmana, otro grupo de monjes encabezados por el abad Juan llegarían también a Castañeda reconstruyendo el modesto cenobio de sus ruinas, tal y como reza una inscripción del año 921empotrada en el muro meridional de la actual iglesia románica y en la que puede leerse:

"Este lugar desde la antigüedad a honor de San Martín dedicado de pequeña obra construido largo tiempo en ruina permaneció hasta que el Abad Juan de Córdoba vino y este templo consagró del templo la ruina de raíz levantó y con sillares fabricó no de imperial orden más de los diligentes monjes con el afán de dos y tres meses estas obras concluyó Ordoño el centro llevando era novecientas cincuenta y nueve"

Tras este primer documento existente que confirma la existencia del Monasterio de Castañeda desde tan temprana fecha, las noticias sobre la abadía van sucediéndose a lo largo de la décima centuria, bien por conflictos con vecinos por el control de los recursos pesqueros del lago, o incluso por distintas donaciones de las que sería objeto, algunas de ellas por parte del mismo monarca Ramiro II.

 
Durante el siglo XI son inexistentes las fuentes que nos desvelen datos acerca del devenir histórico y de la continuidad o no de la actividad monacal de San Martín de Castañeda, por lo que no es descartable que pudiese quedar abandonado como consecuencia de alguna destructiva campaña de Almanzor, cuyas incursiones por estos territorios están más que contrastadas.

Hay que esperar a mediados del siglo XII, concretamente al año 1150, para que, por iniciativa del Rey Alfonso VII, el monasterio fuese reconstruido, pasando inmediatamente a depender del no lejano cenobio leonés de Carracedo y adoptando por tanto, siendo abad Pedro Cristiano, la regla benedictina.

A principios del siglo XIII, la comunidad monástica de Carracedo adoptaría los preceptos de la orden cisterciense, motivando así varias décadas de tensiones con su filial de Castañeda hasta que por fin, en 1245 y siendo abad Viviano, el cenobio sanabrés terminaría por adecuarse a los mandatos de su casa matriz abrazando la norma cisterciense.

 
Viviría Castañeda durante los siglos XIII y XIV su periodo de mayor esplendor hasta aproximadamente la mitad del siglo XV, cuando comenzaría su progresiva decadencia, pasando a depender la Congregación Reformada de San Bernardo de Castilla, siendo entonces sometida a reformas tanto la propia iglesia como sus dependencias anejas.

Ya en el siglo XIX y como consecuencia tanto de la Guerra de la Independencia como, sobre todo, de la Desamortización de Mendizábal, el monasterio quedaría exclaustrado, siendo su iglesia utilizada desde entonces como parroquia de la localidad, y el resto de dependencias, la mayoría arruinadas, como cantera para la erección de viviendas de la pequeña población surgida en torno al monasterio.

El conjunto fue declarado Monumento Histórico Artístico en el año 1931

El Monasterio


Como ha quedado explicado, del primitivo conjunto monástico de San Martín de Castañeda se ha conservado tan sólo la iglesia, funcionando desde la exclaustración de la comunidad monacal como iglesia parroquial del pequeño pueblo crecido al amparo del cenobio.

 
El resto de equipamientos y dependencias monacales, una vez arruinadas tras la extinción de la comunidad, fueron reutilizadas sus pierdas como cantera para la erección de construcciones y viviendas tanto del propio pueblo de San Martín, como de otras localidades cercanas.

Exterior

Levantada en sillería granítica notablemente escuadrada y complementada puntualmente con pizarra, la iglesia del Monasterio de San Martín de Castañeda consta de tres naves de cuatros tramos cada una que desembocan en un crucero marcado al exterior tanto en planta como en alzado, tras el cual, canónicamente orientada y levantada sobre un prominente basamento, se yergue una cabecera de tres ábsides semicirculares, el central de mayor tamaño.


Al exterior, llama la atención la homogeneidad de líneas de los muros, propiciada principalmente porque, gracias al grosor de los mismos, no fue prácticamente necesaria la erección de contrafuertes de refuerzo.

De una manera perfectamente fundamentada, son numerosos los especialistas y estudiosos que han llamado la atención sobre las manifiestas semejanzas planimétricas de San Martín de Castañeda con la catedral románica de la capital zamorana
 
 
Desde el punto de vista visual, es sin duda en la cabecera triabsidial donde se concentra el mayor interés de la fábrica. Compuesta como hemos dicho de un ábside principal semicircular de mayor tamaño y dos ábsides colaterales más modestos, se eleva toda ella sobre un marcado podium desde el que nacen las semicolumnas que, a modo de contrafuertes y recorriendo verticalmente el muro hasta la propia cornisa, articulan los hemiciclos dividiéndolos en paños: cinco en el central y tres en cada uno de los laterales.

 
Mientras que las absidiolas presentan cada una un solo vano de medio punto sobre columnillas; son tres y de mayor complejidad las que abren en los tres lienzos centrales en el ábside principal, presentando dos arquivoltas también de medio punto y de marcado abocinamiento que descansan sobre soportes de fustes cilíndricos acodillados.


Llama también la atención la particular articulación exterior del brazo norte del transepto, el cual, en su registro medio y apoyándose directamente sobre una línea de imposta, presenta una curiosa arquería ciega constituida por cuatro arquillos lanceolados de agudo peralte. Es de suponer que una configuración similar se repetiría en el brazo meridional, sin embargo, éste fue objeto de reformas posteriores.


 
Conserva la iglesia de Castañeda tres portadas: dos en el hastial sur, y otra, bastante reformada y que funciona como ingreso principal, en la fachada de los pies.

 
De las habilitadas en el muro sur, la primera de ellas se encuentra en el tramo más occidental de la nave colateral, constando de un sencillo vano en la actualidad cegado. Mucho más interés posee la que en origen comunicaba la iglesia con el claustro, situada en el tramo más próximo al transepto y constituida por cuatro arquivoltas de medio punto sobre columnillas rematadas en capiteles vegetales.

 
La occidental, coronada por una espadaña de hechura moderna y un óculo original perfilado por puntas de diamante, fue rehecha en el año 1571 tal y como reza una inscripción, apareciendo presidida en su tímpano por San Martín, santo titular del cenobio, entregando su capa al pobre. Junto a ella, fue empotrada la lápida fundacional anteriormente comentada.

 
El claustro, que en origen se levantaba al costado sur de la iglesia, desapareció prácticamente en su totalidad tras su abandono, siendo reutilizadas sus piedras, al igual que las del resto de dependencias, como materia prima para la erección de viviendas vecinales del caserío.

 
Tan sólo tres tramos de su panda occidental pudieron ser salvados, observándose en los menguadísimos restos conservados los arranques de las cubiertas abovedadas de la galería, de clara hechura goticista.

Interior

El interior de la iglesia monacal de San Martín de Castañeda, al igual que su exterior, se caracteriza por su pureza de líneas y por su notoria austeridad ornamental.

Se articula el espacio en tres naves de cuatro tramos cada una separadas por arcos apeados sobre pilares de sección prismática los cuales, en sus caras orientadas a las naves laterales, adoptan formulación cruciforme al adosar sobre ellos las semicolumnas sobre las que descansan fajones y formeros.

 
No ocurre sin embargo lo mismo en las caras interiores de los pilares asomadas a la nave central, ya que en este caso, los soportes de los arcos fajones que refuerzan la bóveda de la nave principal, en lugar de proyectarse hasta el nivel del suelo, reposan sobre potentes ménsulas dispuestas por encima de la línea de imposta.

Queda cubierta la nave central, al igual que el transepto, por bóveda de cañón apuntada, mientras que en las laterales encontramos tanto tramos cubiertos con bóvedas de crucería como tramos para los que se eligieron soluciones de arista, estando algunos de ellos remodelados en época moderna.

 
En cuanto a la cabecera triabsidial, cabe ser destacada, tanto en ábside central como en los laterales, la marcada profundidad de los tramos rectos que preceden a los hemiciclos, siendo apreciables aún en ellos signos de la existencia de altarcillos laterales, circunstancia para nada anómala en monasterios altomedievales.

En cuanto a la decoración escultórica del monasterio, tanto al interior como al exterior, su característica principal es la sencillez, destacando por encima de otras la temática vegetal que orna la mayoría de capiteles, apareciendo de forma muy residual la figuración tanto animalística como antropomórfica.

 
 
En resumen, nos encontramos en San Martín de Castañeda, dentro de un espacio paisajístico de enorme belleza en plena comarca sanabresa, ante uno de los cenobios más antiguos e importantes de la provincia de Zamora tras la Reconquista.

Un cenobio que, tras sufrir distintas reformas y ampliaciones antes del año mil, fue definitivamente rehecho en plena época románica, adoptando su comunidad primero la regla benedictina y, posteriormente, la cisterciense. Un lugar que, sin ningún género de dudas, bien merece una visita.

Alrededores de Santa Martín de Castañeda

Pese a que son relativamente numerosos los restos románicos conservados en las nororientales comarcas zamoranas de Sanabria y Carballeda, justo es decir que, exceptuando en primer lugar el sobresaliente y anteriormente tratado Monasterio de San Martín de Castañeda, y alguna que otra iglesia más como las de Mombuey o Puebla de Sanabria, la mayoría de construcciones de origen medieval de la zona reducen sus restos románicos conservados a humildes portadas, espadañas o restos dispersos reutilizados empotrados en sus muros.

Mombuey

Bastante conocida por encontrarse la localidad junto a la antigua carretera que comunica la meseta con Galicia desde Benavente, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Mombuey posee uno de los campanarios más interesantes del románico castellano.

 
Se levanta en el muro de los pies del templo, elevándose, sobre un cuerpo inferior de mampostería reforzada, tres magníficos cuerpos de campanas que rematan en un alero recorrido por una hermosa colección de canecillos figurados en los que son reconocibles mascarones humanos y diversos animales fantásticos.

 
El resto de la fábrica fue profundamente remodelada en fechas mucho más recientes, sin embargo, distintos restos reaprovechados en el interior, dan cuenta de la riqueza y la importancia que pudo tener la parroquia de Mombuey en la Edad Media.

Pueble de Sanabria

Villa capital de la extensa comarca sanabresa, conserva la monumental Puebla, además de un conjunto histórico magníficamente conservado presidido por la imponente silueta de su castillo - palacio, una interesante iglesia de origen románico bajo la advocación de Nuestra Señora del Azogue.

 
Levantada en la parte más elevada de la población, muy cerca del castillo, la iglesia sería erigida a principios del siglo XIII, conservando de la primitiva fábrica varias veces remodelada en tiempos modernos, sus dos portadas: la sencilla meridional cobijada bajo un pórtico posterior; y la mucho más interesante portada de los pies.

 
Conformada a base de tres arquivoltas ya notablemente apuntadas, el principal interés se concentra en los soportes de las mismas, concebidos a base de estatuas columnas a modo de cariátides en las que su alto grado de degradación ha impedido identificar a los personajes representados, aunque hay quien señala que podrían tratarse de reyes.

Otros restos románicos

Más allá de los tres monumentos en los que nos hemos detenido, el románico de las comarcas de Sanabria y Carballeda se reduce, en su mayoría, a escasos restos enmascarados en reformas posteriores.

Así, en localidades como Manzanal de Arriba, Oteros de los Centenos, Utrera de la Encomienda, Santa Eulalia de Rionegro, Lanseros, Fresno de la Carballeda o San Salvador de Palazuelo, han sobrevivido humildes portadas de origen románico.

En los muros de las parroquias de Robledo de la Carballeda, Rosinos de la Requijada, Manzanal de los Infantes y Letrillas pueden adivinarse restos altomedievales empotrados en sus muros, quizás reutilizados de una primera iglesia románica o incluso, reaprovechadas de monumentos desaparecidos más lejanos.

Respecto al resto de localidades vecinas, Sejas de Sanabria posee una iglesia de mayor interés principalmente por las cornisas de su tardía cabecera, las cuales, en cierto modo, recuerdan a las apreciadas en la torre de Mombuey. En su interior, al igual que en la vecina Cional, ha pervivido también su primitivo arco triunfal de ingreso a la cabecera.