jueves, 28 de noviembre de 2013

Monasterio de San Clodio. Galicia




El Monasterio de Santa María de San Clodio de Leiro se ubica a mitad de camino entre Rivadavia y Carballino, junto al río Avia, en el corazón de la comarca de Ribeiro, tan afamada por sus vinos.

Su origen –como es el caso de la mayoría de los monasterios gallegos- es altomedieval aunque sin precisión en su fundación que bien pudiera remontarse a los primeros siglos de la cristianización de estos territorios. Algunos autores, incluso, propinen el establecimiento en Galicia en el siglo VI de algunos monjes huidos del Monasterio de San Clodio de León perseguidos por los arrianos.



Lo que si se sabe es que ya en tiempos plenomedievales se constituyó como un cenobio benedictino que abrazó la reforma del Cister en 1151, alcanzando su máximo esplendor en los siglos XII y XIII gracias a las abundantes rentas procedentes de los cultivos de sus dominios, en especial de la producción vitivinícola.

Sin embargo, el Monasterio de San Clodio pasa todo tipo de vicisitudes durante  la convulsa Baja Edad Media gallega, especialmente durante el siglo XV, siendo víctima de los constantes enfrentamientos nobiliarios entre las familias de los Sarmientos con las de Sotomayor y Benavente, hasta tal punto que tuvieron que tomar parte los Reyes Católicos para reconducir la situación.

En el siglo XVI ingresa en la congregación del Cister de Castilla, iniciándose reformas el conjunto que afortunadamente no afectaron decisivamente a la iglesia medieval.

Tras la exclaustración de Mendizábal, el monasterio de Santa María de San Clodio pasó por una oscura etapa de abandono hasta que fue de nuevo habitado por monjes benedictinos procedentes del no muy lejano Monasterio de Samos en las postrimerías del siglo XIX.


 

Desde entonces, la vida monástica ha perdurado en San Clodio de Leiro hasta los últimos años del siglo XX hasta que el mal estado del conjunto monacal, que amenazaba ruina inminente, obligó a los monjes a abandonarlo.
 
Recientemente ha sido adquirido y restaurado como hotel, situación en la que se halla en la actualidad.
 
Arquitectura de la iglesia del Monasterio de San Clodio de Leiro
 
La iglesia del Monasterio de Santa María de San Clodio de Leiro pertenece a unos planteamientos tardorrománicos cistercieses, propios de finales del siglo XII y comienzos del XIII.
 
Se trata de un templo formado por tres naves y cabecera tripartita.
Las citadas naves están separadas por pilares cuadrados con sólo dos columnas en los frentes longitudinales que reciben los arcos formeros, que son de trazado ojival. Esta disposición nos asegura que, inicialmente, las naves no estarían abovedadas –como es bastante frecuente en el románico gallego- ya que de otro modo se habrían dispuesto semicolumnas en las otras dos caras para recibir los arcos perpiaños.
 
La techumbre de madera original que cubría estas naves fue, sin embargo, sustituida siglos después por bóvedas de crucería estrellada.


 
La cabecera está formada por la habitual estructura de tres ábsides de altura y profundidad escalonadas.
 
Hay que resaltar la hermosura del ábside principal que está articulado en líneas verticales y horizontales mediante columnas entregas y ventanas.
 
También es armoniosa la fachada principal, aunque ha sufrido importantes alteraciones como la adición del campanario sobre la nave de la Epístola o el cegamiento y alteración del enorme rosetón que se alza sobre la puerta.
Sendos contrafuertes refuerzan la estructura en la separación de las tres naves. Además del citado rosetón, otros dos óculos gemelos –más pequeños- iluminan las naves laterales.
La portada tiene amplias arquivoltas de perfil muy apuntado y se remata por chambrana de puntas de clavo de gran tamaño y espectacularidad. El tímpano liso que muestra no es el original que se modificó en el momento en que se intervino para estrechar la luz de la puerta.
 
Tiene esta portada seis columnas con capiteles de escultura fitomórfica.  
 

 

 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Monasterio de Cañas. La Rioja




En el año 1169, Don Lope Díaz de Haro y doña Aldonza Ruiz de Castro donaron a la Orden del Cister una villa en Hayuela, donde debía de existir ya una fundación monástica benedictina de monjas.


 
En 1170, la comunidad de monjas se asentó definitivamente en Cañas.


 
No obstante, el conjunto de edificios que vemos hoy no comenzó a levantarse hasta tiempos de la abadesa beata doña Urraca (1225-1262).



En la tercera o cuarta década de este siglo se proyecto una iglesia de tres naves todavía con resabios románicos. Algunas partes tardorrománicas se conservan, como los cimientos y especialmente algunas portadas de medio punto y otras apuntadas pero todavía tardorrománicas que se abren al claustro.



Es ya en la segunda mitad del siglo XIII cuando se progresa en la construcción de la mayor parte de la iglesia, pero ya en el estilo gótico imperante, pero en este caso muy puro y clásico.



Por falta de medios no se construyeron las tres naves, sino que la cabecera tripartita y el transepto se remataron con una sola nave.
 



El Monasterio de Cañas tiene cuatro elementos de gran importancia y valor artístico. Por cada uno de osos elementos, por sí solos, sería merecedor de la visita.
 

Cabecera de la iglesia del Monasterio de Cañas

 
La cabecera de la iglesia del Monasterio de Cañas tiene tres ábsides abovedados con crucería de finos nervios. El central es soberbio, con dos pisos superpuestos de ventanales apuntados que cobijan cada uno cuatro vanos rasgados y por encima tres óculos cuadrifoliados.
Los dos laterales son más menudos y sencillos, al disponer sólo de un ventanal muy alargado en el centro del testero.
 


Sala Capitular del Monasterio

Obra de la segunda mitad del siglo XIII. La entrada es preciosa  con tres vanos rodeados de arquivoltas apuntadas muy decoradas con hojarasca gótica.
 
 
 
El salón es un espacio repartido en cuatro espacios abovedados con crucería, cuyos nervios apoyan en una columna central y triples columnillas o ménsulas en los muros.
 
Tiene gran altura y amplitud y denota la vocación plenamente gótica de los constructores.
 
 
 
Sepulcro de Doña Urraca
 
El sepulcro gótico de la beata Doña Urraca se encuentra en la sala capitular. Fue esculpido a finales del siglo XIII o incluso a principios del XIV. Muestra a la abadesa yacente en la lápida ataviada con sus atributos abaciales.
 
En uno de los frentes de la caja se esculpió la bella escena de la subida al Cielo de la beata, donde su alma, con forma de niña, es recogida por dos ángeles.
 
 
El resto de las caras muestran con precisión y calidad artística escenas de la vida de la beata, así como el pésame de monjas, mujeres y frailes tras su muerte.
 
 
Aunque se ha querido comparar este sepulcro con el de Nájera (Doña Blanca de Nabarra) y San Millán de la Cogolla, es obvio que el de Cañas tiene, como mínimo un siglo menos de antigüedad y abandona el hieratismo románico para adoptar un naturalismo plenamente gótico. En este sentido es elocuente la abierta sonrisa de algunas monjas, que parecen comentar los acontecimientos.
 
Conjunto de  portadas
 

Un rápido vistazo a las alas del claustro del Monasterio de Cañas, nos muestran varias puertas de acceso a la iglesia y a otras dependencias claustrales monásticas. Hay algunas sencillas de medio punto totalmente románico  y otras de transición al gótico.
 
 
La más importante es la que comunica la iglesia con el claustro. Es un ejemplar precioso y elegante, típico del tardorrománico cisterciense. Tiene cuatro arquivoltas apuntadas sobre columnas acodilladas menos la tercera que lleva dientes de sierra.
 



 




 
 





martes, 19 de noviembre de 2013

Monasterio de Villamayor de los Montes. Castilla y León

 
Introducción al Monasterio de Santa María la real

Villamayor de los Montes es un pequeño pueblo de 200 habitantes situado en el centro-oeste de la provincia de Burgos.


 

En este lugar encontramos un interesante monasterio de monjas cistercienses bastante poco conocido, aunque se halla a pocos kilómetros de la capital burgalesa y a la orilla de la concurrida autovía A1.
 Este monasterio sigue vivo tras ocho siglos de historia, habitado por trece monjas de la Orden del Císter que han establecido un amplio horario de visitas y acogen al visitante con una extraordinaria amabilidad. El turista podrá disfrutar de la amena conversación de la monja encargada de mostrar el conjunto de edificios –llamada Presentación- mientras explica la historia y anécdotas del cenobio mientas que, al final, podrá adquirir productos elaborados por las propias hermanas, como exquisitos dulces y licores artesanos.


 
Origen del monasterio

En el siglo XI existían en este lugar un monasterio dedicado a San Vicente que pasó a manos de Don García Fernández (mayordomo real) y a su esposa doña Mayor Arias en 1223.

 
Los nuevos propietarios decidieron reconvertirlo en cenobio femenino del Cister solicitando a la casa madre de la Orden en España –Las Huelgas de Burgos- monjas para su fundación. Su objetivo no era otro que ser enterrados en este lugar para que sus almas fueran beneficiadas por las oraciones de las monjas, lo que era de lo más habitual durante la Edad Media.

Tras la llegada de las monjas a la capital burgalesa se inician obras arquitectónicas ambiciosas, posiblemente desarrolladas por quienes realizaron la mayor parte de la iglesia de las Huelgas, constructores franceses traídos por Fernando III. La solemne consagración se realiza el 4 de marzo de 1228.

 
Interior de la iglesia
Aunque en el ámbito rural castellano las primeras décadas del siglo XIII están todavía dominadas por el románico inercial, este edificio, erigido por vanguardistas constructores franceses habituados a la nueva arquitectura gótica, presenta características muy distintas, vinculables a la iglesia de Las Huelgas de Burgos, aunque en tamaño muy inferior.
 
 
Es un edificio de medianas dimensiones que como sucediese en otros cenobios femeninos del Cister debió terminarse de manera más modesto de como se había iniciado.

Está constituido por una sola nave (aunque debieron proyectarse tres), crucero acusado y cabecera escalonada de tres ábsides, siendo el central más alto y profundo con poligonal (hemidecagonal). Los ábsides laterales son cuadrados y de muro de cerramiento plano. Aunque algunos libros vinculan la iglesia de Villamayor de los Montes con el estilo románico, es obvio que su arquitectura es rotundamente gótica.

A pesar de que no es un edificio especialmente alto, el hecho de que todos los arcos, incluyendo los rasgados ventanales, sean de perfil muy apuntado provoca ese consabido sentimiento ascensional propio de la arquitectura gótica.


 
 
 
Todas las bóvedas son de crucería, con delgados nervios baquetonados que reposan sobre finas columnas cilíndricas. Todos parece haber sido construido con una delicadeza y mimo no siempre presentes en la arquitectura cisterciense donde suele prevalecer lo monumental sobre lo ornamental.
Como es preceptivo en el Cister, los capiteles no muestran ninguna figuración, limitándose sus cestas a mostrar una buena colección de hojas carnosas atreboladas.


 
El claustro

El claustro del Monasterio de Villamayor de los Montes tiene mucho que ver con otros claustros del románico tardío cisterciense del norte de Castilla como el de San Andrés de Arroyo (Palencia) o Las Claustrillas del Monasterio de la Huelgas (Burgos).


Una de las agradables notas de este claustro es que se conserva impecablemente. Esta situado en el costado meridional de la iglesia y conserva las cuatro pandas originales –de un solo piso- que forman un cuadrilátero algo irregular.


Estas galerías se abren al patio central mediante una veintena de arcos de medio punto cada una, que apoyan sobre columnillas dobles muy esbeltas y elegantes cuyos capiteles son vegetales y bastantes sencillos en la mayoría de los casos. Las esquinas están reforzadas por cuatro gruesas columnas rodeadas, a su vez, por otras cuatros más delgadas.

Una de las curiosidades del suelo de las pandas claustrales es el empedrado de guijarros, fechable en el siglo XVI, que forma figuras de animales y cazadores, además del escudo del monasterio.



Por su parte, en la panda oeste se encuentra el pozo con su brocal cilíndrico.



Juntos a las paredes hay expuestos algunos restos escultóricos y epigráficos de la construcción medieval, además de la lauda sepulcral de una abadesa, donde aparece el cuerpo sin cabeza de la propietaria con una de sus manos sujetando el báculo.


Puerta de las Monjas

También se conserva la puerta que comunica el claustro con el coro de la iglesia (Puerta de las Monjas,) obra del siglo XIII avanzado, aunque es evidente que fue alterada o desmontada como se aprecia en la irregularidad de la curvatura del vano y el desorden de los sillares que la rodean.

 
Tiene dos arquivoltas apuntadas decoradas a base de combinación de boceles y escocias que caen sobre dos parejas de columnas de preciosos capiteles vegetales cuyas hojas tipo crochet parecen despegarse de la piedra.


En conclusión, la escapada al Monasterio de Santa María la Real de Villamayor de los Montes no decepcionará por su elegante y bien ejecutada arquitectura.




Además, desde aquí podemos visitar el románico y gótico que abundan en las Comarcas de Muñó y el Arlanza, como las portadas de Madrigal del Monte y Madrigalejo del Monte; los enormes templos románico-góticos de Mahamud y Tordómar o la parroquia de Santa María del Campo, uno de los edificios más sorprendentes de la provincia.