Introducción
En el extremo noroeste de la provincia de Zamora y en un
entorno natural de incomparable belleza en plena comarca de Sanabria, se
encuentra, junto a una pequeña población del mismo nombre surgida en torno a
él, el Monasterio de San Martín de Castañeda, sin duda, uno de los cenobios más
antiguos e influyentes de la Zamora altomedieval.
Dependiente en la actualidad del municipio de Galende, para
llegar a Castañeda es necesario partir de la capital comarcal, Puebla de
Sanabria para, en dirección norte, recorrer a través de magníficos parajes los
aproximadamente 20
kilómetros que separan la villa de Puebla y el pequeño
caserío de San Martín, el cual se ubica sobre un escarpe rocoso a escasos
metros de la orilla norte del célebre Lago de Sanabria.
Aproximación histórica
Distintas teorías sostienen la posible existencia de un
primer cenobio en Castañeda durante los siglos de la dominación visigoda, el
cual, desaparecería como consecuencia de la invasión musulmana.
Tras la reconquista y en una fecha que unos especialistas
sitúan en el año 897 y otros en el 916, llegaría a estos parajes sanabreses el
abad Martín acompañado de varios monjes de San Cebrián de Mazote (Valladolid)
en busca de nuevos recursos naturales y pesqueros debido a la catastrófica
sequía que asolaba la meseta central, fundando así un primer establecimiento
monástico.
Pocos años después y huyendo de la Córdoba musulmana, otro
grupo de monjes encabezados por el abad Juan llegarían también a Castañeda
reconstruyendo el modesto cenobio de sus ruinas, tal y como reza una
inscripción del año 921empotrada en el muro meridional de la actual iglesia
románica y en la que puede leerse:
"Este lugar desde la antigüedad a honor de San
Martín dedicado de pequeña obra construido largo tiempo en ruina permaneció
hasta que el Abad Juan de Córdoba vino y este templo consagró del templo la
ruina de raíz levantó y con sillares fabricó no de imperial orden más de los
diligentes monjes con el afán de dos y tres meses estas obras concluyó Ordoño
el centro llevando era novecientas cincuenta y nueve"
Tras este primer documento existente que confirma la
existencia del Monasterio de Castañeda desde tan temprana fecha, las noticias
sobre la abadía van sucediéndose a lo largo de la décima centuria, bien por
conflictos con vecinos por el control de los recursos pesqueros del lago, o
incluso por distintas donaciones de las que sería objeto, algunas de ellas por
parte del mismo monarca Ramiro II.
Durante el siglo XI son inexistentes las fuentes que nos
desvelen datos acerca del devenir histórico y de la continuidad o no de la
actividad monacal de San Martín de Castañeda, por lo que no es descartable que
pudiese quedar abandonado como consecuencia de alguna destructiva campaña de
Almanzor, cuyas incursiones por estos territorios están más que contrastadas.
Hay que esperar a mediados del siglo XII, concretamente al
año 1150, para que, por iniciativa del Rey Alfonso VII, el monasterio fuese
reconstruido, pasando inmediatamente a depender del no lejano cenobio leonés de
Carracedo y adoptando por tanto, siendo abad Pedro Cristiano, la regla
benedictina.
A principios del siglo XIII, la comunidad monástica de
Carracedo adoptaría los preceptos de la orden cisterciense, motivando así varias
décadas de tensiones con su filial de Castañeda hasta que por fin, en 1245 y
siendo abad Viviano, el cenobio sanabrés terminaría por adecuarse a los
mandatos de su casa matriz abrazando la norma cisterciense.
Viviría Castañeda durante los siglos XIII y XIV su periodo
de mayor esplendor hasta aproximadamente la mitad del siglo XV, cuando
comenzaría su progresiva decadencia, pasando a depender la Congregación
Reformada de San Bernardo de Castilla, siendo entonces sometida a reformas
tanto la propia iglesia como sus dependencias anejas.
Ya en el siglo XIX y como consecuencia tanto de la Guerra de
la Independencia como, sobre todo, de la Desamortización de Mendizábal, el
monasterio quedaría exclaustrado, siendo su iglesia utilizada desde entonces
como parroquia de la localidad, y el resto de dependencias, la mayoría
arruinadas, como cantera para la erección de viviendas de la pequeña población
surgida en torno al monasterio.
El conjunto fue declarado Monumento Histórico Artístico en
el año 1931
El Monasterio
Como ha quedado explicado, del primitivo conjunto monástico
de San Martín de Castañeda se ha conservado tan sólo la iglesia, funcionando
desde la exclaustración de la comunidad monacal como iglesia parroquial del
pequeño pueblo crecido al amparo del cenobio.
El resto de equipamientos y dependencias monacales, una vez
arruinadas tras la extinción de la comunidad, fueron reutilizadas sus pierdas
como cantera para la erección de construcciones y viviendas tanto del propio
pueblo de San Martín, como de otras localidades cercanas.
Exterior
Levantada en sillería granítica notablemente escuadrada y
complementada puntualmente con pizarra, la iglesia del Monasterio de San Martín
de Castañeda consta de tres naves de cuatros tramos cada una que desembocan en
un crucero marcado al exterior tanto en planta como en alzado, tras el cual,
canónicamente orientada y levantada sobre un prominente basamento, se yergue
una cabecera de tres ábsides semicirculares, el central de mayor tamaño.
Al exterior, llama la atención la homogeneidad de líneas de
los muros, propiciada principalmente porque, gracias al grosor de los mismos,
no fue prácticamente necesaria la erección de contrafuertes de refuerzo.
De una manera perfectamente fundamentada, son numerosos los
especialistas y estudiosos que han llamado la atención sobre las manifiestas
semejanzas planimétricas de San Martín de Castañeda con la catedral románica de
la capital zamorana
Desde el punto de vista visual, es sin duda en la cabecera
triabsidial donde se concentra el mayor interés de la fábrica. Compuesta como
hemos dicho de un ábside principal semicircular de mayor tamaño y dos ábsides
colaterales más modestos, se eleva toda ella sobre un marcado podium desde el
que nacen las semicolumnas que, a modo de contrafuertes y recorriendo
verticalmente el muro hasta la propia cornisa, articulan los hemiciclos
dividiéndolos en paños: cinco en el central y tres en cada uno de los
laterales.
Mientras que las absidiolas presentan cada una un solo vano
de medio punto sobre columnillas; son tres y de mayor complejidad las que abren
en los tres lienzos centrales en el ábside principal, presentando dos
arquivoltas también de medio punto y de marcado abocinamiento que descansan
sobre soportes de fustes cilíndricos acodillados.
Llama también la atención la particular articulación
exterior del brazo norte del transepto, el cual, en su registro medio y
apoyándose directamente sobre una línea de imposta, presenta una curiosa
arquería ciega constituida por cuatro arquillos lanceolados de agudo peralte.
Es de suponer que una configuración similar se repetiría en el brazo
meridional, sin embargo, éste fue objeto de reformas posteriores.
Conserva la iglesia de Castañeda tres portadas: dos en el
hastial sur, y otra, bastante reformada y que funciona como ingreso principal,
en la fachada de los pies.
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De las habilitadas en el muro sur, la primera de ellas se
encuentra en el tramo más occidental de la nave colateral, constando de un
sencillo vano en la actualidad cegado. Mucho más interés posee la que en origen
comunicaba la iglesia con el claustro, situada en el tramo más próximo al
transepto y constituida por cuatro arquivoltas de medio punto sobre columnillas
rematadas en capiteles vegetales.
La occidental, coronada por una espadaña de hechura moderna
y un óculo original perfilado por puntas de diamante, fue rehecha en el año
1571 tal y como reza una inscripción, apareciendo presidida en su tímpano por
San Martín, santo titular del cenobio, entregando su capa al pobre. Junto a
ella, fue empotrada la lápida fundacional anteriormente comentada.
El claustro, que en origen se levantaba al costado sur de la
iglesia, desapareció prácticamente en su totalidad tras su abandono, siendo
reutilizadas sus piedras, al igual que las del resto de dependencias, como
materia prima para la erección de viviendas vecinales del caserío.
Tan sólo tres tramos de su panda occidental pudieron ser
salvados, observándose en los menguadísimos restos conservados los arranques de
las cubiertas abovedadas de la galería, de clara hechura goticista.
Interior
El interior de la iglesia monacal de San Martín de
Castañeda, al igual que su exterior, se caracteriza por su pureza de líneas y
por su notoria austeridad ornamental.
Se articula el espacio en tres naves de cuatro tramos cada
una separadas por arcos apeados sobre pilares de sección prismática los cuales,
en sus caras orientadas a las naves laterales, adoptan formulación cruciforme
al adosar sobre ellos las semicolumnas sobre las que descansan fajones y
formeros.
No ocurre sin embargo lo mismo en las caras interiores de
los pilares asomadas a la nave central, ya que en este caso, los soportes de
los arcos fajones que refuerzan la bóveda de la nave principal, en lugar de
proyectarse hasta el nivel del suelo, reposan sobre potentes ménsulas
dispuestas por encima de la línea de imposta.
Queda cubierta la nave central, al igual que el transepto,
por bóveda de cañón apuntada, mientras que en las laterales encontramos tanto
tramos cubiertos con bóvedas de crucería como tramos para los que se eligieron
soluciones de arista, estando algunos de ellos remodelados en época moderna.
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En cuanto a la cabecera triabsidial, cabe ser destacada,
tanto en ábside central como en los laterales, la marcada profundidad de los
tramos rectos que preceden a los hemiciclos, siendo apreciables aún en ellos
signos de la existencia de altarcillos laterales, circunstancia para nada
anómala en monasterios altomedievales.
En cuanto a la decoración escultórica del monasterio, tanto
al interior como al exterior, su característica principal es la sencillez,
destacando por encima de otras la temática vegetal que orna la mayoría de
capiteles, apareciendo de forma muy residual la figuración tanto animalística
como antropomórfica.
En resumen, nos encontramos en San Martín de Castañeda,
dentro de un espacio paisajístico de enorme belleza en plena comarca sanabresa,
ante uno de los cenobios más antiguos e importantes de la provincia de Zamora
tras la Reconquista.
Un cenobio que, tras sufrir distintas reformas y
ampliaciones antes del año mil, fue definitivamente rehecho en plena época
románica, adoptando su comunidad primero la regla benedictina y,
posteriormente, la cisterciense. Un lugar que, sin ningún género de dudas, bien
merece una visita.
Alrededores de Santa Martín de
Castañeda
Pese a que son relativamente numerosos los restos románicos
conservados en las nororientales comarcas zamoranas de Sanabria y Carballeda,
justo es decir que, exceptuando en primer lugar el sobresaliente y
anteriormente tratado Monasterio de San Martín de Castañeda, y alguna que otra
iglesia más como las de Mombuey o Puebla de Sanabria, la mayoría de
construcciones de origen medieval de la zona reducen sus restos románicos
conservados a humildes portadas, espadañas o restos dispersos reutilizados
empotrados en sus muros.
Mombuey
Bastante conocida por encontrarse la localidad junto a la
antigua carretera que comunica la meseta con Galicia desde Benavente, la
iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Mombuey posee uno de los campanarios
más interesantes del románico castellano.
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Se levanta en el muro de los pies del templo, elevándose,
sobre un cuerpo inferior de mampostería reforzada, tres magníficos cuerpos de
campanas que rematan en un alero recorrido por una hermosa colección de
canecillos figurados en los que son reconocibles mascarones humanos y diversos
animales fantásticos.
El resto de la fábrica fue profundamente remodelada en
fechas mucho más recientes, sin embargo, distintos restos reaprovechados en el
interior, dan cuenta de la riqueza y la importancia que pudo tener la parroquia
de Mombuey en la Edad Media.
Pueble de Sanabria
Villa capital de la extensa comarca sanabresa, conserva la
monumental Puebla, además de un conjunto histórico magníficamente conservado
presidido por la imponente silueta de su castillo - palacio, una interesante
iglesia de origen románico bajo la advocación de Nuestra Señora del Azogue.
Levantada en la parte más elevada de la población, muy cerca
del castillo, la iglesia sería erigida a principios del siglo XIII, conservando
de la primitiva fábrica varias veces remodelada en tiempos modernos, sus dos
portadas: la sencilla meridional cobijada bajo un pórtico posterior; y la mucho
más interesante portada de los pies.
Conformada a base de tres arquivoltas ya notablemente
apuntadas, el principal interés se concentra en los soportes de las mismas,
concebidos a base de estatuas columnas a modo de cariátides en las que su alto
grado de degradación ha impedido identificar a los personajes representados, aunque
hay quien señala que podrían tratarse de reyes.
Otros restos románicos
Más allá de los tres monumentos en los que nos hemos
detenido, el románico de las comarcas de Sanabria y Carballeda se reduce, en su
mayoría, a escasos restos enmascarados en reformas posteriores.
Así, en localidades como Manzanal de Arriba, Oteros de los
Centenos, Utrera de la Encomienda, Santa Eulalia de Rionegro, Lanseros, Fresno
de la Carballeda o San Salvador de Palazuelo, han sobrevivido humildes portadas
de origen románico.
En los muros de las parroquias de Robledo de la Carballeda,
Rosinos de la Requijada, Manzanal de los Infantes y Letrillas pueden adivinarse
restos altomedievales empotrados en sus muros, quizás reutilizados de una
primera iglesia románica o incluso, reaprovechadas de monumentos desaparecidos
más lejanos.
Respecto al resto de localidades vecinas, Sejas de Sanabria
posee una iglesia de mayor interés principalmente por las cornisas de su tardía
cabecera, las cuales, en cierto modo, recuerdan a las apreciadas en la torre de
Mombuey. En su interior, al igual que en la vecina Cional, ha pervivido también
su primitivo arco triunfal de ingreso a la cabecera.