martes, 8 de octubre de 2013

Monasterio de Sant Pau del Camp. Cataluña


Siempre resulta sorprendente la visita a un monumento medieval, con siglos de historia sus espaldas, en el corazón de una gran ciudad moderna. Pues bien, éste es el caso del Monasterio de Sant Pau del Camp, cenobio que ha sobrevivido varios siglos en la ciudad de Barcelona.

No obstante, tenemos que aclarar que este monasterio, de cuya confusa historia luego nos ocuparemos, nació y vivió sus primeros tiempos de vida fuera de las murallas de la ciudad barcelonesa, de ahí su nombre “del Camp” puesto que se hallaba originalmente en pleno campo en dirección a Monjuic.

Historia    

El origen de este monasterio no se conoce con exactitud por la ausencia de documentos que lo certifiquen. La existencia de relieves y capiteles visigodos en la portada de la iglesia hace pensar que pudiera haber existido un templo en esa época.

En la sala capitular hallaremos la lápida sepulcral de Wifredo II Borrel, hijo del celebérrimo conde Wifredo I el Velloso, que vivió en el siglo X, por lo que es probable que existiera una comunidad benedictina en estos tiempos que desaparecería con el ataque de Almanzor a la ciudad de Barcelona en el año 985.

 
A comienzos del siglo XII Geribert Guitard y Rodlendis efectuaron una nueva restauración y unieron el monasterio, en calidad de priorato, al de San Cugat.

Hay que advertir que la existencia de comunidades de monjes a lo largo de estos siglos altomedievales nada asegura sobre la fecha del actual complejo edilicio. Para el autor Eduard Junyent, el templo sería algo anterior al claustro, pero ambos podrían datarse a finales del siglo XII o, incluso, a comienzos del XIII.
 
Tras diversas restauraciones en los siglos XIX y XX, en que se eliminaron edificaciones parásitas, el complejo de Sant Pau del Camp conserva toda su armonía medieval, sólo “interrumpida” por la espadaña barroca del cimborrio.
 
Iglesia
 
De tamaño generoso, su planta es de cruz casi griega con una sola y corta nave, transepto y tres voluminosos ábsides escalonados. En el crucero se levantó un cimborrio.
 
La fábrica combina el sillarejo propio del románico lombardo y la sillería en las partes más nobles, como en las esquinas y partes del hastial occidental donde se enmarca la puerta.


Fachada occidental

Ésta es una de las partes más vistosas del templo, gracias a su doble arquería mural de arcos superpuestos, el gran óculo superior y dos ventanas de arco de medio punto, además de la preciosa portada de la que nos ocuparemos a continuación.

 
Portada 
 
La portada está constituida por una gruesa arquivolta baquetonada, trasdosada por un guardapolvos con diversos relieves: bolas, aves, cabezas humanas, etc. La  citada arquivolta cobija un tímpano y bajo él se añadió un dintel.

El tímpano y el dintel se combinan para mostrar el relieve de Cristo entre San Pedro (derecha del observador) con la inscripción “SCS PETRVS” y San Pablo (izquierda), con la inscripción “SCS PETRVS”.



Las dos columnas que soportan el conjunto tiene capiteles reaprovechados, posiblemente visigodos, aunque uno de ellos, el izquierdo, recuerda vivamente los volúmenes y formas de los capiteles califales  de nido de avispa.



Hay que fijarse también en los bloques pétreos con función de imposta entre los capiteles y la arquivolta, pues son también visigodos del siglo VI y están decorados con cruces patadas, rosetas inscritas en círculos, estrellas de diversa morfología y otros símbolos de carácter claramente solar.

 

Pero probablemente, lo más interesante de esta puerta son los circo relieves que rodean la estructura: cuatro de ellos corresponden a los Evangelitas: el león de San Marcos, el buey de San Lucas, el águila de San Juan y el ángel de San Mateo. Más arriba, sobre el eje de la puerta, tenemos el quinto relieve, el de una Dextera Domini bendiciendo.

 
 
Cabecera          

Semioculta por palmeras así como otros árboles y arbustos cabecera de la iglesia de Sant Pau del Camp tiene un notable desarrollo con sus tres ábsides semicilíndricos con ventanales, bastante más grandes el central que los laterales. El ábside principal tiene arquillos y lesenas de tipo lombardo aunque más finas y evolucionadas, como corresponde al siglo XII. Los absidiolos colaterales sólo tienen arquillos.

Interior       

La sensación que transmite el interior es de diafanidad y volúmenes limpios, sin obstáculos que se interpongan entre la arquitectura y el espectador. Además, dada la modesta longitud de la nave en relación con la anchura del transepto y la de los ábsides, se origina una apreciación distinta al sentido longitudinal de las iglesias basilicales a las que estamos habituados.


Los arcos torales, de medio punto, apean sobre grandes pilares y, por encima, se construyó un cimborrio de cúpula semiesférica sobre trompas, que crean un octógono irregular, con cuatro de sus lados más largos que los restantes. Esta linterna tiene cuatro óculos circulares de iluminación en los muros correspondientes a los puntos cardinales.

  
Claustro
 
El famoso claustro de Sant Pau del Camp a adosó al lado sur de la iglesia. Es de dimensiones reducidas, lo que hace de él un lugar de gran intimidad y recogimiento, que aísla al visitante de la bulliciosa ciudad moderna que lo rodea.


Su forma es de cuadrado, con grandes pilares en las esquinas y en los ejes de las cuatro pandas. Estos grandes machones dividen cada galería en dos arcos por cada lado.

La originalidad de este claustro radica en la sustitución de los arcos de medio punto –o apuntalados- habituales por trazados polilobulados (de tres y cinco lóbulos, según la panda).


La influencia musulmana no sólo se deduce por la morfología de los arcos lobulados sino por la disposición empleada en los sillares que se aparejaron no radialmente, mediante dovelas, sino en disposición horizontal “enjarjados”.
 
Estas particulares estructuras apoyan sobre parejas de columnas con sus fustes bastante separados, por lo que los capiteles sólo comparten los cimacios, apareciendo individualizados. El podio en que se sustentan es bastante bajo por lo que la figuración escultórica de los capiteles no queda demasiado alta con relación a la vista.


De los 48 capiteles, la mayoría son vegetales, aunque de distinto relieve. Algunos son muy sencillos, apenas esbozados, mientras que otros imitan el capitel corintio o compuesto romano mediante el trazado de hojas carnosas de acanto carnosas ahuecadas por el trépano.
 
Terminaremos el apartado dedicado al claustro haciendo notar al visitante la existencia de varios sepulcros de benefactores del cenobio. Se ubican adosados a los muros perimetrales, estando algunos de ellos sujetos por ménsulas y los restantes, en sus respectivos arcosolios.

Iconografía de los capiteles

La iconografía de los capiteles figurados la podemos clasificar en tres apartados genéricos:

Zoomorfos: en ellos encontramos los habituales animales del románico: leones, águilas, grifos, sirenas ave (de espectacular tamaño y belleza).



Escenas de combate (caza y guerra): también es de lo más frecuente hallar este tipo de escenas como las de combate o caza entre hombre y animales: infante contra oso, arquero caballo disparando a un ciervo, un monstruo que garra con su pata el escudo de un soldado, un león que atrapa a un hombre con la garra sobre su cabeza, etc.

  
Episodios bíblicos y escenas moralizadoras: la más evidente es la escena del Pecado Original, con una enorme serpiente enroscada al árbol prohibido y a uno de los lados, Adán con la mano en la garganta.



El  contiguo a este capitel tiene una clara escena moralizadora sobre el pecado de la lujuria: una mujer con largos cabellos, pero que ha perdido el rostro, se encuentra semidesnuda mientras dos enormes sapos succionan sus pechos colgantes.

Sala Capitular
 
La comunicación entre la sala capitular y el claustro es un vano con arco de medio punto flanqueado por dos ventanales bíforos de estilo gótico.
 
En el interior de dicha sala se conserva un bloque de piedra que es la lápida del sepulcro del conde Wifredo II.